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El mayor misterio de la evolución humana empieza a despejarse: un avance en 2025 fue clave

Por Katie Hunt, CNN

El mayor misterio de la evolución humana, que surgió hace 15 años a partir de un hueso del meñique de unos 60.000 años de antigüedad, finalmente comenzó a desvelarse en 2025.

El análisis del ADN extraído del fósil conmocionó a la comunidad científica en 2010, cuando reveló la existencia de una población humana hasta entonces desconocida que, en un pasado remoto, se encontró y se mezcló con nuestra propia especie, el Homo sapiens. Este enigmático grupo pasó a conocerse como los denisovanos, en referencia a la cueva Denisova, en las montañas de Altai, en Siberia, donde se encontró el dedo meñique.

A pesar del profundo conocimiento de la composición genética de esta población, cuyos rastros llevan hoy en día millones de personas, los científicos no sabían nada sobre el aspecto de los denisovanos, ni dónde vivían, ni por qué desaparecieron. El descubrimiento, y las preguntas que desencadenó, impulsaron a toda una generación de genetistas, arqueólogos y paleoantropólogos.

Parte de ese trabajo dio sus frutos este año, y los científicos finalmente pudieron ponerle un rostro al nombre denisovano gracias a nuevas pistas obtenidas de otro fósil bien conocido: un cráneo humano prehistórico que no encajaba con ningún grupo conocido. Ahora, otras piezas del rompecabezas empiezan a acomodarse.

Cuando el cráneo salió a la luz en Harbin, en el noreste de China en 2018 después de haber estado oculto durante décadas en el fondo de un pozo para su custodia, algunos científicos sospecharon que podía tratarse de un denisovano.

Secuencias de ADN de este grupo habían sido detectadas en los genomas de poblaciones asiáticas actuales, pero no en europeas, lo que sugiere que esta región era donde vivían predominantemente los denisovanos.

Basándose en su forma distintiva, los investigadores atribuyeron el cráneo a una nueva especie a la que llamaron Homo longi o “Hombre Dragón”. La docena de fósiles denisovanos identificados desde 2010 mediante ADN eran demasiado pequeños y fragmentarios como para justificar un nombre oficial de especie.

Obtener ADN antiguo del cráneo, estimado en unos 146.000 años de antigüedad, era clave para determinar si existía un vínculo entre el Hombre Dragón y los denisovanos. Pero no fue sencillo.

Un equipo liderado por Qiaomei Fu, genetista y profesora del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia China de Ciencias, en Beijing, analizó seis muestras óseas del único diente conservado del Hombre Dragón y del hueso petroso del cráneo, una parte densa en la base del cráneo que suele ser rica en ADN. Sin embargo, las muestras no dieron ningún resultado.

Pero Fu, que de joven había formado parte del equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig, Alemania, que descubrió por primera vez a los denisovanos, informó en junio de que su equipo había logrado recuperar material genético denisovano de una fuente inesperada: el sarro dental del Hombre Dragón, la suciedad que queda en los dientes y que con el tiempo puede formar una capa dura y conservar el ADN de la boca.

Esa información no fue un resultado definitivo. El material genético que los investigadores habían recuperado era ADN mitocondrial, que, a diferencia del ADN nuclear, solo se hereda por vía materna, lo que proporciona una imagen incompleta de la ascendencia genómica de un individuo. Este hallazgo significaba, potencialmente, que el Hombre Dragón podría haber sido una mezcla de dos especies, algo que no es inédito. En 2018, los científicos revelaron un hueso fosilizado de la cueva de Denisova que pertenecía a una niña con una madre neandertal y un padre denisovano.

Sin embargo, el equipo también recuperó fragmentos de proteínas de las muestras de hueso petroso, que, aunque menos detalladas que el ADN, sugerían que el cráneo del Hombre Dragón pertenecía a una población denisovana.

En conjunto, estas dos líneas de evidencia “aclararon parte del misterio que rodea a esta población”, dijo Fu a CNN en junio, cuando se publicó la investigación. “Después de 15 años, conocemos el primer cráneo denisovano”.

El hallazgo del ADN hace probable que Homo longi se convierta en la designación oficial de la docena de fósiles denisovanos restantes, dijo Chris Stringer, paleoantropólogo y líder de investigación en evolución humana del Museo de Historia Natural de Londres, en un correo electrónico.

Ryan McRae y Briana Pobiner, paleoantropólogos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, coincidieron, aunque señalaron que el nombre “denisovano” probablemente seguirá utilizándose de forma popular, del mismo modo que la mayoría de las personas llama hoy en día “neandertales” a los Homo neanderthalensis.

“Aunque es necesario seguir trabajando para reunir pruebas y ofrecer a los científicos una visión más completa de la anatomía, el hábitat y el comportamiento de los denisovanos, poder relacionar fósiles completos con pruebas moleculares supone un gran avance”, escribieron McRae y Pobiner en una lista anual de las noticias más destacadas sobre la evolución humana.

Los investigadores sugieren que podría haber pruebas adicionales a la espera de ser identificadas, lo que podría dar lugar a revelaciones trascendentales en 2026.

Un fósil de cráneo, con sus protuberancias y crestas reveladoras, puede revelar mucho sobre el aspecto de un individuo, según John Gurche, un paleoartista que crea reconstrucciones de antiguos antepasados humanos para museos, entre ellos el Smithsonian y el Museo Americano de Historia Natural. Gurche recreó el rostro del Hombre Dragón para National Geographic.

Suponiendo que el cráneo del Hombre Dragón perteneciera a un individuo denisovano típico, los científicos afirmaron que este antiguo humano habría tenido arcos superciliares pronunciados, dientes grandes y carecería de nuestra frente alta. Sin embargo, si vistiera ropa moderna, este pariente prehistórico quizá no llamaría demasiado la atención en un vagón del metro.

Gurche explicó que utiliza relaciones conocidas entre tejidos blandos y óseos en humanos y simios para recrear rasgos faciales, como la anchura del globo ocular, las dimensiones del cartílago nasal y el grosor de los tejidos blandos en distintas zonas del rostro. Más difíciles fueron los rasgos sobre los que el cráneo “ofrece poca información”, como la forma de los labios y las orejas, y la ubicación del cabello.

Con la evidencia molecular que ahora vincula al Hombre Dragón con los denisovanos, será más fácil para los paleoantropólogos identificar otros posibles restos denisovanos, incluidos los fósiles de cráneos de yacimientos en China que durante mucho tiempo han desafiado su clasificación.

Más revelaciones podrían surgir de otro cráneo descubierto en China en 2022, que aún no ha sido descrito formalmente en la literatura científica. Es el tercer cráneo desenterrado en el yacimiento conocido como Yunxian, en la provincia china de Hubei, y se cree que data de hace alrededor de 1 millón de años. Los otros dos cráneos fueron hallados en 1990.

Una reconstrucción digital publicada en septiembre del segundo cráneo, que estaba gravemente deformado, sugería que se trataba de un ancestro temprano del Hombre Dragón, lo que significa que el linaje podría haberse originado mucho antes de lo que se pensaba.

El análisis más amplio de los investigadores, basado en la reconstrucción y en más de 100 fósiles de cráneos, también retrasa significativamente en 400.000 años la cronología de la aparición de especies como la nuestra, el Homo sapiens, y el Homo neanderthalensis.

Sin embargo, los hallazgos despertaron cierto escepticismo. Más detalles sobre el tercer cráneo de Yunxian permitirían al equipo comprobar la exactitud de la reconstrucción y su ubicación en el árbol genealógico humano.

Un diente de 200.000 años de antigüedad, similar en apariencia al molar que aún está adherido al cráneo del Hombre Dragón, podría revolucionar lo que se sabe sobre los denisovanos y el árbol genealógico humano en general el próximo año y más allá. Los investigadores hallaron el diente durante una excavación en la cueva Denisova en 2020.

Stéphane Peyrégne, investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, y sus colegas han analizado desde entonces el molar y lograron recuperar a partir de él el genoma completo de un denisovano, un conjunto de información genética muy detallado que puede revelar la diversidad genética y la evolución del pasado.

Es apenas la segunda vez que los científicos logran secuenciar un genoma denisovano de “alta cobertura” a partir de un fósil denisovano, la primera fue a partir del fósil del dedo que reveló la existencia de este grupo.

Los científicos compartieron el análisis del genoma en octubre en lo que se conoce como un servidor de preimpresión, que permite a los autores del estudio publicar versiones preliminares de su trabajo en línea, y está siendo revisado por otros investigadores. Peyrégne se negó a comentar el artículo hasta que se publique oficialmente el año que viene. Stringer calificó los hallazgos como “muy importantes”.

El genoma permite investigar con mayor profundidad rasgos biológicos denisovanos que podrían influir en la salud humana actual. Por ejemplo, un estudio publicado en agosto sugirió que una variante genética denisovana involucrada en la producción de mucosidad y saliva podría haber ayudado al Homo sapiens a adaptarse a nuevos entornos.

El nuevo genoma es también mucho más antiguo que el primero y permite a los genetistas profundizar en la historia de los denisovanos y reconstruir las relaciones entre diferentes poblaciones antiguas.

El genoma representa a un hombre denisovano que vivió en un pequeño grupo hace 200.000 años en la cueva de Denisova. El análisis del grupo reveló que, al parecer, sus ancestros no solo se habían mezclado con los primeros neandertales, sino que el individuo también tenía ascendencia de un grupo “súper arcaico” desconocido para el que actualmente no existe ninguna coincidencia de ADN antiguo.

McRae, del Smithsonian, señaló que rastros de estos “linajes fantasma” se han encontrado en el ADN de humanos modernos, y que los científicos no están seguros de quiénes eran. Podrían representar a otros homínidos extintos, como el Homo erectus o el Homo floresiensis, a veces conocido como “hobbit”.

“O podrían representar homínidos que realmente no hemos encontrado en el registro fósil. Son fantasmas hasta que tengamos algo que nos permita rastrearlos”, dijo por correo electrónico.

Determinar la identidad de este grupo será un nuevo misterio que los expertos en evolución humana deberán resolver en 2026.

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