La cama más dura que jamás había sentido: el expresidente de Francia Nicolas Sarkozy relata sus 20 días tras las rejas
Por Joseph Ataman, CNN
20 días, 213 páginas.
Por cada 24 horas que pasó tras las rejas, Nicolas Sarkozy escribió más de 10 páginas de su nuevo libro en el que relata su estancia en la prisión de La Santé en París.
“Podría haber sido un hotel económico, si se ignoraba la puerta blindada con su cerradura”, recuerda el expresidente de Francia en el libro que salió a la venta el miércoles, un mes después de salir de la prisión el 10 de noviembre.
La cárcel fue “un infierno”, escribe Sarkozy en “Diary of a Prisoner”, (Diario de un preso, en español) que se suma al intenso interés y escrutinio público que ha suscitado su condena en septiembre por asociación delictiva para financiar su campaña de 2007 con fondos de Libia.
En noviembre fue puesto en libertad anticipadamente de una condena de cinco años, mientras espera la resolución de su apelación.
La vista desde su ventana estaba bloqueada por paneles de plástico, dice Sarkozy sobre su estancia en prisión, y añade que era imposible ver el cielo o incluso saber cómo era el clima. Por la noche, lo atormentaban los abucheos de sus compañeros de prisión, que resonaban en todo el complejo penitenciario, escribe. Una noche, se despertó cuando un recluso prendió fuego a una celda cercana.
Estaba muy lejos del lujo que disfrutó como jefe de Estado de Francia entre 2007 y 2012.
“Sentado en la cama que no estaba tendida quedé en shock. Nunca había sentido, ni siquiera durante mi servicio militar en las fuerzas armadas, un colchón tan duro. Una mesa habría sido más suave”, escribió. Aun así, al igual que otros reclusos de la llamada “ala VIP”, que se compone por 18 celdas, disfrutaba de televisión privada, ducha, refrigerador y una parrilla.
El libro narra su vida cotidiana en prisión, intercalada con recuerdos de las semanas transcurridas entre su sentencia y su llegada a las puertas de La Santé el 21 de octubre.
En Francia, se le dio mucha importancia a las audiencias oficiales ofrecidas a Sarkozy tras su condena.
Fue invitado al palacio presidencial, en una reunión que según Sarkozy, dio lugar a que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, insistiera en que aceptara el traslado a otra prisión, donde se alojaría en un “departamento para las familias de los reclusos”. Sarkozy dijo que rechazó la oferta.
En prisión, también recibió la visita de su antiguo colega y actual ministro de Justicia, Gerald Darmanin, lo que provocó duras críticas en el país. Según el libro, también recibió mensajes y llamadas de apoyo de líderes mundiales y embajadores.
Sarkozy afirmó que el embajador de EE.UU. en Francia, Charles Kushner, padre del yerno de Donald Trump, Jared Kushner, también solicitó reunirse con él por primera vez en prisión. Kushner padre, posteriormente indultado por Trump, cumplió una condena por evasión fiscal, represalias contra un testigo federal y mentir a la Comisión Electoral Federal.
Con reuniones presenciales con su familia al menos una vez cada dos días, la realidad de la estancia de Sarkozy en la prisión dista mucho de cómo describe la vida de los reclusos en la llamada “ala VIP” o de aislamiento de la prisión. “Nadie los ve. Nadie se reúne con ellos”, escribe.
Para Sarkozy, el libro es un intento de limpiar su imagen.
Atrás quedaron sus posturas polémicas que pedían una justicia severa. Los tribunales franceses “deben castigar, porque cuando eres un delincuente, es aún peor ser un delincuente de alto rango que uno de bajo nivel”, dijo en 2012 cuando era presidente y defendía políticas de mano dura.
En su lugar, ahora presenta historias optimistas sobre su vida tras la condena.
Detalla cómo llevó a un adolescente enfermo de cáncer a un partido de fútbol unos días antes de ingresar en prisión y cómo le aplaudían en los restaurantes. Dice que los aficionados del fútbol le mostraron su apoyo y recuerda que las familias se alineaban en las calles mientras el convoy penitenciario le escoltaba a la prisión, algo similar a las multitudes que lo celebraron la noche de su victoria electoral.
El personal de la prisión se vio desbordado por el correo postal de sus admiradores, que incluía 20 biblias, 30 ejemplares de la misma novela galardonada y cientos de cartas diarias, “más de las que recibí nunca como presidente”, escribe.
Para aquellos que se sientan tentados a sospechar que se trata de una exageración excesiva de su época como convicto, la primera línea del libro advierte: “Esto no es una novela”.
Convencido de su inocencia, Sarkozy dedica medio capítulo a criticar la investigación periodística que lo condujo a su eventual condena.
En noviembre, el tribunal supremo de Francia confirmó su condena en un caso independiente relacionado con el financiamiento ilegal de su campaña de reelección en 2012. Es uno de los pocos líderes políticos modernos que ha conocido el interior de una celda como recluso.
Increíblemente, se compara a sí mismo con Alfred Dreyfus, un antiguo preso de La Santé y causa célebre por persecución injusta en Francia. Víctima de un antisemitismo feroz, Francia intentó más tarde reparar los errores infligidos a Dreyfus.
Las visitas del capellán de la prisión cada domingo fueron hitos en los 20 días que Sarkozy estuvo tras las rejas. Y el expresidente profesa haber reavivado su fe, animado por la biografía de Jesucristo que se llevó a su celda. También se llevó dos volúmenes de “El conde de Montecristo”, un legendario prisionero que escapa de la cárcel.
El político conservador parece indudablemente conmovido por su estancia en prisión. Conmovido por el cuidado del personal, así como por la monótona realidad de la vida tras las rejas, el dolor de la separación de su familia es evidente. También lo es su nuevo aprecio por todo lo que perdió: “En La Santé, volví a empezar mi vida”, así es como termina el libro.
Pero en las 213 páginas apenas se aprecia empatía alguna hacia sus compañeros de prisión. Se presenta como un hombre apartado, tanto en sentido literal —aislado de sus compañeros y tratado con cierta deferencia por el personal— como metafórico, un hombre inocente que vive lo “impensable”, según afirma.
“Entré (a prisión) como jefe de Estado. Salí con el mismo rango”, escribe Sarkozy en las últimas páginas de su libro, recordando el enjambre de policías, medios de comunicación y simpatizantes que marcaron el inicio y el final de su estancia en prisión.
La realidad del tiempo que Sarkozy pasó en prisión es un poco más aleccionadora. Entró como convicto. Salió con el mismo rango.
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Información adicional de Philippe Cordier.