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Ante la llegada de la Patrulla Fronteriza a Nueva Orleans, una alcaldesa electa nacida en México busca “proteger a su gente”

Por Michelle Krupa, CNN

Helena Moreno, la nueva alcaldesa electa de Nueva Orleans, reza muchas veces al día, por cosas grandes y pequeñas, y a menudo, dice, a un santo guardián conocido por ayudar a desafiar las causas perdidas.

“Mi santo patrón favorito es San Judas”, explica Moreno. “No sé qué dice eso de mí”.

A más de 40 días de su juramento, Helena Moreno se enfrenta a una doble crisis municipal que, de hecho, puede presentarse como imposible.

La primera es devastadora y categóricamente local: un déficit presupuestario municipal proyectado en US$ 222 millones dejado por su predecesora, una alcaldesa con mandato limitado prácticamente ausente de la vida pública desde que se declaró inocente este verano de los cargos federales de conspiración y fraude.

El otro forma parte de un escenario mucho más amplio: la expectativa por la llegada a la ciudad del principal funcionario de la Patrulla Fronteriza del país y unos 250 de sus agentes como parte de una campaña de control de costa a costa que ha aterrorizado a las comunidades inmigrantes y ha impulsado la resistencia popular en ciudades lideradas por los demócratas, desde Los Ángeles hasta Charlotte, Carolina del Norte.

Hasta el 12 de enero, el poder oficial de Moreno para abordar cualquiera de estos problemas se limita a su escaño general en el Concejo Municipal. Pero ya ha comenzado a utilizar las palancas que tiene a su alcance, algo arriesgadas, para implementar sus prioridades, incluido enfrentar una agenda de la Casa Blanca que afecta directamente a su comunidad, pero que se extiende mucho más allá de Crescent City.

El enfoque de Moreno, señalan algunos pesos pesados de la política, coincide con la forma en que ha enfrentado obstáculos a lo largo de su vida y su servicio público.

“Ella es básicamente la líder de facto de la ciudad en este momento”, afirma Ed Chervenak, profesor adjunto de Ciencias Políticas de la Universidad de Nueva Orleans. Los votantes le dieron el poder, y aunque no es la alcaldesa, está ahí, al frente.

Nacida en México, el país natal de su padre, Moreno tenía 8 años cuando su familia se mudó a Estados Unidos, donde la hispanohablante se esforzó por dominar la lectura y la escritura en inglés con la ayuda de su madre, nacida en Estados Unidos. Posteriormente estudió periodismo en la Universidad Metodista del Sur y luego consiguió un trabajo como reportera de investigación en la cadena WDSU, afiliada de CNN, en Nueva Orleans.

Recién llegada a un lugar donde las familias suelen remontarse a varias generaciones, Moreno pronto se encontró cubriendo la devastación sin precedentes de las secuelas del huracán Katrina, el inicio de una larga campaña de reconstrucción que atraería a trabajadores de la construcción de toda Latinoamérica al sur de Luisiana, muchos de los cuales se quedarían.

Las impresionantes fallas gubernamentales expuestas con el paso de la tormenta también impulsaron a Moreno a “no solo informar, sino hacer algo al respecto”, según su biografía oficial.

No se achicó. En 2008, Moreno se enfrentó al representante William Jefferson, un jefe de la maquinaria política cuya estrella se había apagado después de que el FBI encontrara US$ 90.000 en efectivo en su congelador, relacionados con una serie de presuntos esquemas de soborno. Aun así, no logró superarlo en las primarias demócratas antes de que un republicano le negara un décimo mandato.

“Cuando se postuló como presentadora de noticias para el Congreso y perdió, la persona promedio en su lugar podría haber pensado: ‘Bueno, no funcionó, ¿verdad?’. Pero ni siquiera se le ocurrió. Literalmente luchó por el cargo más bajo posible en el Gobierno, que es el de legislador estatal”, recuerda JP Morrell, un demócrata que llevaba algunos años en la Cámara de Representantes estatal cuando Moreno llegó en 2010.

Representando enclaves turísticos clave, entre ellos el Barrio Francés, el Distrito de los Jardines y Tremé, uno de los barrios afroamericanos más antiguos del país, Moreno demostró ser “progresista, pero no una partidista acérrima” y alguien “capaz de conectar con el partido y lograr la aprobación de iniciativas… a pesar de ser demócrata, y muchos de ellos republicanos”, dice Chervenak.

Moreno impulsó proyectos de ley en apoyo a sobrevivientes de violencia doméstica y abuso sexual, y en 2017 aprovechó esos éxitos para obtener un escaño en el prestigioso Ayuntamiento de Nueva Orleans, donde defendió temas que van desde la despenalización de la marihuana hasta el aumento del salario mínimo para los empleados municipales y la regulación de los servicios públicos.

“Helena siempre fue mesurada; no era histriónica; siempre se hacía presente”, afirma el exalcalde de Nueva Orleans, Mitch Landrieu, quien en 2010 reemplazó a su predecesor en el Ayuntamiento antes de pasar a ocupar un puesto clave en el equipo del presidente Joe Biden.

La propia campaña de Moreno para la alcaldía, que se fue gestando a lo largo de dos años, gozó una amplia ventaja en la recaudación de fondos y un amplio apoyo popular. Ganó rotundamente las primarias multipartidistas de octubre, convirtiéndose en la primera alcaldesa hispana de la ciudad mientras la ferviente retórica antiinmigrante que contribuyó a la reelección del presidente Donald Trump se materializaba en escenas violentas en las calles estadounidenses.

Nueva Orleans ya había sido señalada como la siguiente parada en la ofensiva de la Patrulla Fronteriza cuando Moreno ofreció la homilía un domingo antes del Día de Acción de Gracias en la Iglesia Católica de Nuestra Señora de Guadalupe, con su Santuario Internacional de San Judas, en las afueras del Barrio Francés.

La ansiedad había tomado la ciudad tras los arrestos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en junio de una madre iraní de 64 años que trabajaba en el jardín frente a su casa en Nueva Orleans, y en mayo de una esposa de un miembro de la Infantería de Marina que amamantaba a su bebé de tres meses en Baton Rouge. Ninguna de las dos tenía antecedentes penales, según informaron sus familias.

En la semana previa a esta misa, el sacerdote de Moreno había necesitado ayuda para trasladar una cinta de correr donada a un nuevo lugar en una parroquia, según les dijo a sus feligreses, por lo que se dirigió al estacionamiento de un Lowe’s para contratar a un jornalero, recuerda Moreno.

Dos de ellos acordaron seguirlo en su auto cuando “de repente, todos estos vehículos rodearon a estos dos hombres y los agarraron, se los llevaron y dejaron su camioneta allí”, relató Moreno sobre el sermón, sin estar segura de qué había sucedió exactamente.

El episodio le recordó a un proyecto de ley de su época en la legislatura que habría exigido a los inmigrantes mostrar pruebas de su estatus legal si la policía se lo pedía, dice. “Entonces, mi padre, por ejemplo, que tiene piel oscura, cabello oscuro… y habla con acento, ¿ahora tendría que andar por ahí con su documentación de ciudadanía estadounidense? Eso no me parece lógico”.

La misma ansiedad, dice, es más intensa ahora.

“Una cosa es tener un enfoque estratégico real para perseguir a las personas que cometieron delitos graves o están siendo acusadas de delitos muy graves y violentos. Pero eso no es lo que estamos viendo”, dice.

“Son personas que solo intentan sobrevivir y hacer lo correcto —muchas de ellas ahora tienen hijos estadounidenses que no causan problemas en nuestra comunidad— y que están siendo tratadas como si fueran delincuentes violentos”, continúa Moreno.

“Así que mi trabajo es hacer todo lo posible para proteger a la gente de mi ciudad”, dice, al referirse especialmente a los 23.400 inmigrantes —alrededor del 6,5 % de la población, de los cuales aproximadamente la mitad son extranjeros— que consideran a Nueva Orleans su hogar, según datos del Censo de EE.UU.

Con la Operación Barrido de Pantanos del Departamento de Seguridad Nacional prevista para cualquier día en esta ciudad de 307 años de antigüedad con raíces francesas, españolas, africanas y nativas americanas, las opciones de Moreno como alcaldesa electa son limitadas.

Pero existen.

El gobernador republicano de Luisiana y su principal oficial de policía están listos para apoyar a los agentes federales de inmigración, según han dicho, apoyándose firmemente en la prioridad declarada por Trump de “enfocarse en los malos” acusados de delitos violentos, aún cuando la mayoría de las personas que el Gobierno pretendía deportar en los últimos meses no tenían antecedentes penales graves.

Pero la superintendente de policía de Nueva Orleans, cuyo rol aún no está bajo la jurisdicción de Moreno, ha sido clara: la aplicación de la ley migratoria no es responsabilidad de su cuerpo. “Estar en el país indocumentado es un asunto civil. Nosotros no aplicaremos la ley civil”, declaró la superintendente Anne Kirkpatrick el 19 de noviembre. “Por lo tanto, nuestro trabajo es asegurarnos que no resulten perjudicados y que nuestra comunidad no esté en peligro”.

Mientras tanto, Moreno ha tomado medidas en los últimos días, dentro de su ámbito de competencia, para anticiparse a cualquier táctica agresiva de control migratorio, incluyendo la conexión con alcaldes demócratas cuyas ciudades se han convertido este año en escenario de arrestos, a veces brutales, de inmigrantes y manifestantes anti-ICE, según declaró a CNN.

“Una de las sugerencias… es que es muy importante que exista un depósito de videos e incidentes documentados de detenciones de ICE”, afirma. “Y la gente de Chicago dijo que realmente se necesita una entidad gubernamental que lo haga”.

Por lo tanto, a través del Ayuntamiento, Moreno junto a Morrell están creando un sistema de almacenamiento en línea que “mantendrá su información anónima” y permitirá que “el ayuntamiento determine cuáles son los próximos pasos a seguir”, declaró a CNN.

Moreno también encabezó su sitio web de campaña con una guía de recursos comunitarios para las “operaciones anunciadas de control de inmigración de ICE/CBP”, que incluye una hoja informativa sobre derechos, una convocatoria a abogados dispuestos a representar a inmigrantes y recursos de capacitación para quienes no se especializan en ese tipo de ley.

La alcaldesa electa también se preocupa por las mascarillas que se sabe que usan los agentes de inmigración durante su servicio, especialmente considerando que la ley de Luisiana permite que prácticamente cualquier adulto porte un arma oculta en público. “Eso es un problema de seguridad” para los residentes, la policía y los agentes federales, afirma.

Y Moreno sabe exactamente lo que le diría a Trump sobre el control de inmigración: “Esto no es lo que la ciudad de Nueva Orleans necesita ni quiere”. En cambio, pediría los recursos necesarios para ayudar realmente a su ciudad, afirma: más fiscales federales, ayuda para establecer un laboratorio de ADN en la policía, más servicios para sobrevivientes de violencia doméstica y trabajadores sociales para ayudar a la policía municipal a gestionar las denuncias de agresión sexual.

La clave está en cómo gestiona todo esto, según los observadores.

“No se puede apaciguar a un abusador, eso no funciona”, dice Landrieu con insistencia sobre Trump. “Hay que contraatacar. Es lo único que él respeta”.

“Pero solo actúa un alcalde a la vez”, declara a CNN el exalcalde. “Helena no es la alcaldesa; es la alcaldesa electa. Creo que ella respeta eso, y hay un vacío de liderazgo absoluto”.

“Eso no significa que no deba decir nada”, añade. “No hay que ayudarlos a hacer lo suyo, pero no hay que interponerse en su camino”.

El peligro es real, especialmente si la Casa Blanca redoblara la apuesta por el personal de control de inmigración durante el pico turístico de invierno y primavera de Nueva Orleans, una preocupación que incluso el vicegobernador republicano del estado ha planteado. También influye la disposición demostrada del presidente a amenazar con fondos federales para presionar a las ciudades, los estados y las universidades para que obedezcan sus ideas ideológicas.

“Entiendan: aquí hay que ir a favor del viento, porque si se resiste demasiado, simplemente vendrán con más fuerza”, dice el teniente general retirado Russel Honoré, líder del Ejército de EE.UU. y nativo de Luisiana, quien en los días desesperados tras el huracán Katrina hizo una exhortación a los soldados: “¡Bajen las armas, maldita sea!”, mientras mujeres y niños buscaban terrenos más altos en la ciudad sumergida.

“No puede ser una cuestión de política”, le dijo a CNN sobre la estrategia actual de Moreno. “Tiene que ser una cuestión de actitud”.

Morrell, quien acaba de ganar otros cuatro años en su escaño por acumulación en el Concejo Municipal, sospecha que eso no será un problema. Moreno “podría hacer muchas cosas performativas para conseguir algo de tiempo”, dice, “pero cuando se trata de crisis reales, no hay tiempo para ser performativo”.

“Simplemente no sé si es justo que la gente asuma que la alcaldesa electa —que hereda un presupuesto con un desfase de US$ 222 millones, que ha tenido que colaborar con el consejo, el estado y nuestros legisladores para salvarnos de una intervención estatal— podría recibir un pedido que diga: ‘Y por cierto, ¿podría intervenir con respecto a ICE, también?’”.

Pero, por supuesto, añade, ese momento ya llegará.

“Después del 12 de enero, se queda con todo el trabajo, con cinturón y tirantes”, indica.

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