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La estrategia de salud global “Estados Unidos primero” genera advertencias. Expertos en salud dicen que es arriesgada

Por Lauren Kent y Jennifer Hansler, CNN

Expertos en salud advierten que la nueva “Estrategia de Salud Global Estados Unidos primero” del Gobierno de Trump podría perjudicar aún más los sistemas de salud pública, ya golpeados por recortes de miles de millones de dólares en ayuda exterior tras la eliminación de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés). Y aunque algunos señalan posibles beneficios, hay consenso en que implica un cambio radical respecto de décadas de política estadounidense.

Con la nueva estrategia, presentada como una reforma ambiciosa de la forma en la que Estados Unidos brinda asistencia sanitaria en el mundo, la ayuda se canalizará mediante acuerdos uno a uno con países individuales, en lugar de distribuirse a través de organizaciones internacionales o socios de ayuda.

El objetivo declarado es que los países receptores desarrollen más sus propios sistemas de salud y que EE.UU. reduzca su gasto en asistencia.

La estrategia exige que los acuerdos bilaterales se completen antes del 31 de diciembre para los países que reciben la mayoría de la ayuda sanitaria estadounidense en el extranjero. Un alto funcionario del Departamento de Estado dijo que se preparan para finalizar algunos de esos acuerdos a comienzos de diciembre y que los países “están realmente emocionados por lo que esta oportunidad presenta”.

El martes, como parte de la estrategia, el Departamento de Estado anunció un acuerdo para proporcionar “hasta US$ 150 millones” a una compañía estadounidense de drones para “ampliar el acceso a suministros médicos que salvan vidas, incluida sangre y medicamentos”, en cinco países africanos.

El argumento central de la estrategia es que la ayuda sanitaria global de EE.UU. fue con frecuencia duplicada e ineficiente, con altos costos administrativos, incluido dinero destinado a asistencia técnica y gestión de programas. También critica los elevados costos operativos —incluidos los altos salarios de directores ejecutivos— de algunas compañías contratistas conocidas como “socios implementadores”, que ejecutan proyectos de ayuda exterior estadounidense.

Sin embargo, algunos expertos señalan que varias de esas actividades son esenciales para el trabajo en salud global.

“Todos queremos que la mayor cantidad posible de dinero vaya a servicios directos para la gente, pero lo cierto es que un hospital es más que un médico y medicamentos. Un médico debe ser capacitado. Existe una facultad de Medicina. Hay personas responsables de mantener el hospital limpio”, explicó un alto trabajador humanitario. “Todos esos costos, aunque puedan descontrolarse, son legítimos”.

Ese trabajador humanitario agregó que existe el riesgo de que los Ministerios de Salud de los Gobiernos “no lleguen hasta la última milla” o “no alcancen a las personas más pobres y vulnerables”, quienes a menudo son atendidas por proveedores del sector privado u organizaciones benéficas independientes.

Jeremy Konyndyk, presidente de Refugees International, dijo a CNN: “Muchas de las cosas que ellos desestiman como no esenciales, sí son esenciales, porque son las que permiten que las funciones esenciales se realicen”.

También hay dudas sobre cuán rápido pueden ser efectivos los acuerdos, en medio del impacto de los recortes repentinos y significativos a la asistencia exterior estadounidense a comienzos de este año, que llevaron a decenas de organizaciones y a las ONG de salud pública a reducir o eliminar servicios.

Rachel Bonnifield, directora del Programa de Política de Salud Global del centro de estudios Center for Global Development, señaló que “lo que están planteando es un muy buen plan de transición y sostenibilidad para países con niveles relativamente altos de madurez y riqueza, pero probablemente no será viable en el corto plazo para los países más pobres y frágiles”.

“Parte de lo frustrante de esta estrategia es que, aunque creo que es lo correcto, se han puesto las cosas mucho más difíciles… al cortar enormes cantidades de subvenciones y programas de asistencia exterior sin advertencia”, dijo Bonnifield a CNN poco después de publicarse la política en septiembre.

Konyndyk, quien trabajó para la USAID bajo los Gobiernos de Biden y Obama, destacó que “sería una cosa si hubieran dicho: ‘Queremos que Estados Unidos deje de hacer X, Y y Z, y lo haremos de manera colaborativa y gradual durante los cuatro años del Gobierno’. No habría estado de acuerdo con eso, pero al menos sería una forma semicontundente de hacer lo que dicen querer hacer”.

“Esto es simplemente empujar a Humpty Dumpty del muro y dejar que el país recoja los pedazos”, señaló.

Bonnifield dijo que entiende los argumentos sobre la importancia de trabajar vía los Ministerios de Salud y abordar la duplicación de esfuerzos y la falta de apropiación por parte de los países —asuntos ya señalados por expertos—, pero afirmó que es “una estrategia de alto riesgo”.

“Existe el riesgo de que el dinero llegue a un país y sea robado, o que hagan su mejor esfuerzo, pero no logren prestar servicios de salud y que la gente muera como resultado”, dijo. “No está del todo claro qué planean hacer —si es que planean algo— para mitigar ese riesgo”.

El alto funcionario del Departamento de Estado dijo que los Gobiernos nacionales “no nos están diciendo que no pueden hacer que funcione”.

El funcionario argumentó que, si no hubieran excluido de manera “agresiva” a las ONG “del proceso, nunca habríamos podido construir un sistema de salud diferente”. También señaló que han incluido salvaguardas para prevenir el mal uso o el robo de fondos.

Otro alto trabajador humanitario, que trabaja para un socio implementador, expresó preocupación por el ajustado plazo para negociar los acuerdos bilaterales, que estaría poniendo a muchos países contra las cuerdas.

“Creo que la mayoría de los países que no tienen capacidad de financiar su propia respuesta aceptarán lo que tengan que aceptar para seguir adelante”, señaló.

Expertos en Política Sanitaria también han criticado la nueva política por tener un alcance demasiado limitado, ya que se centra principalmente en VIH/sida, malaria, tuberculosis y brotes de enfermedades infecciosas.

Hay “varias omisiones importantes” en la estrategia, dijo Bonnifield. “Hay una discusión mínima sobre inmunización, por ejemplo, o salud reproductiva… están claramente ausentes”.

Una declaración de la Modernizing Foreign Assistance Network (MFAN), un grupo bipartidista de defensa, señaló: “Advertimos que la estrategia respalda una definición muy selectiva de ‘salud global’ y carece de enfoque en otras prioridades, como la salud maternoinfantil, la nutrición y las enfermedades tropicales desatendidas”.

La MFAN publicó recientemente un informe advirtiendo que el Departamento de Estado, que asumió la asistencia exterior tras el cierre de la USAID, “actualmente no cuenta con suficiente personal ni sistemas para gestionar efectivamente su cartera de salud global y desarrollo internacional”.

El alto funcionario del Departamento de Estado de EE.UU. señaló que esperan firmar algunos acuerdos bilaterales a comienzos de diciembre y que los equipos de negociación habían visitado 20 países en los días previos. También dijo que diplomáticos se han comprometido sobre el terreno en otros 50 países.

Además de los acuerdos bilaterales, el funcionario señaló que la estrategia también incluye “programas gestionados globalmente, particularmente en el ámbito de la seguridad sanitaria global, respondiendo a epidemias” y asociaciones con organizaciones como el Fondo Mundial.

No indicó qué países están cerca de finalizar acuerdos, pero dijo que apuntan a “llegar a casi todos los países receptores tradicionales de asistencia sanitaria, excepto algunos como Sudáfrica, donde hay una dinámica política particular”. El Gobierno de Trump mantiene una relación extremadamente tensa con Sudáfrica y ha hecho acusaciones infundadas sobre un supuesto genocidio contra afrikaners blancos.

“Lo que hemos escuchado en muchas de estas negociaciones es que los países están realmente entusiasmados de ser incluidos en la mesa y de asumir responsabilidad directa por su sistema de salud”, afirmó.

El alto funcionario dijo que han llevado a cabo programas piloto exitosos en Kenya, Zambia y Nigeria.

Los acuerdos bilaterales durarán cinco años, pero los detalles variarán según cada país, explicó. Algunos elementos, como el intercambio de datos, podrían extenderse por más tiempo.

“Lo vamos a estructurar como un contrato moderno del sector privado”, dijo a CNN en una entrevista reciente.

Quieren “ayudar a incentivar a los países a avanzar hacia el tipo de sistema de salud que les permita desarrollarse y también profundizar conexiones con Estados Unidos y crear oportunidades para empresas estadounidenses”, añadió.

El anuncio del martes sobre los “hasta US$ 150 millones” para la compañía de drones subrayó el énfasis en crear oportunidades para negocios estadounidenses.

El elemento de intercambio de datos ha generado preocupaciones entre funcionarios de ayuda. Una fuente dijo a CNN que el acuerdo estándar pide a los países compartir sus datos epidemiológicos durante 25 años, aunque algunos han negociado plazos menores.

“No es un acuerdo de compartir datos. Es un acuerdo de entregar datos”, dijo un alto trabajador humanitario, que expresó preocupación de que la información pueda utilizarse para dar una ventaja competitiva a farmacéuticas estadounidenses, sin garantía de que nuevos medicamentos y vacunas beneficien a los países que más los necesitan.

“Es mucho más transaccional que antes”, dijo a CNN un alto funcionario gubernamental que trabaja en salud global. “Durante muchos años hemos criticado a China por brindar ayuda exterior muy transaccional, muy autoafirmativa, que atrapa a los países en acuerdos que exceden el apoyo que reciben, y esto se siente como si estuviéramos inclinándonos hacia ese tipo de postura”.

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