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“Superbigote” se viste de guerra: la propaganda como arma clave del Gobierno de Maduro en medio de la tensión con EE.UU.

Por CNN Español

Abre su camisa con fuerza. Debajo se ve un logo en amarillo y rojo con las letras SB, su traje rojo y una capa azul que flamea en su espalda, mientras se calza un guante de hierro en su mano izquierda. No es Superman ni ningún otro superhéroe clásico. Es “Superbigote”, personaje de una serie animada creada en 2021 en Venezuela y que personifica, nada más y nada menos, al propio presidente Nicolás Maduro.

En uno de sus capítulos recientes, emitido el 10 de septiembre, “Superbigote” se adecua a la coyuntura que mantiene en vilo al país y a la región: cambia el traje habitual de superhéroe por el uniforme militar, en el contexto de la escalada de tensiones con Estados Unidos. El personaje alterna entre la espada del libertador venezolano Simón Bolívar y el guante de hierro. En este episodio puntual, destaca el rol de la milicia para el país y envía mensajes como “Venezuela no tiene una cultura guerrerista”, al tiempo que pide unidad ante quienes, según señala, pretenden arrodillarlos.

Es una pieza de la batalla comunicacional que libra el Gobierno venezolano ante el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, señalado por Maduro como un intento de cambio de régimen en el país, con el objetivo de adueñarse de sus recursos naturales. Es un mensaje que Maduro repite constantemente, en contraste con el de la administración del presidente de EE.UU., Donald Trump, quien asegura que su estrategia tiene como objetivo combatir el narcotráfico y los envíos de drogas a su país.

Como parte de la estrategia de la administración de Maduro, en transmisiones de Venezolana de Televisión (VTV), canal del Estado, utilizó la imagen de Simón Bolívar creada con inteligencia artificial, en una primera fase para, junto a otras figuras relevantes en la cultura venezolana como San José Gregorio Hernández, llamar a los ciudadanos a alistarse en el cuerpo civil bajo entrenamiento militar llamado Milicia Nacional Bolivariana. Si bien las autoridades venezolanas informaron que el proceso de alistamiento no era de carácter obligatorio, hubo denuncias de ciudadanos a través de redes sociales, que CNN no ha podido corroborar, sobre trabajadores públicos que habrían recibido la orden de sus jefes de alistarse en la milicia bolivariana.

Tras el cierre de ese proceso, el avatar de Bolívar se utilizó para enviar un mensaje de unión y defensa de la patria “ante cualquier amenaza extranjera”, bajo el eslogan “alistados siempre”.

A diferencia de momentos y campañas anteriores, en las calles de Caracas CNN no ha visto vallas, pendones, murales o graffitis que acompañen el mensaje que quiere posicionar el Gobierno frente a la tensión con Washington. CNN tampoco ha podido observar estos mensajes ni siquiera en los barrios considerados bastiones del chavismo.

En medio de la escalada bilateral, Caracas intenta cobrar fuerza ante los micrófonos para contrarrestar la narrativa de Washington. Pero los mensajes se dirigen hacia lo interno: por una parte, a quienes lo apoyan, a fin de preservar su fidelidad. Pero también a sus críticos, para frenar cualquier intento de insubordinación.

En este contexto, el chavismo no tardó en construir su propia trinchera comunicacional, colocando sobre la mesa mensajes con palabras clave y reiteradas en sus discursos como paz, resistencia, defensa, y posicionando la idea de una “unión cívico-militar-policial” necesaria para preservar el país.

Los discursos de Maduro ocurren casi a diario y giran en torno al conflicto. Previamente, el mensaje del chavismo se concentraba en el carácter “constitucional” de su mandato para contrarrestar los cuestionamientos de la oposición y de organismos internacionales a la elección presidencial de julio de 2024, cuyos resultados no fueron reconocidos por varios países, entre ellos Estados Unidos.

El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, por lo general de perfil más bajo en los medios, ahora está más activo en el ámbito comunicacional. Mientras tanto, el ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello, sigue dando una imagen de fuerza y control en mensajes que se suman al despliegue militar ampliamente mostrado en todos los medios oficiales y que también se repite en los medios nacionales privados. Estos últimos priorizan la voz oficial en medio de un seguimiento minuto a minuto de sus transmisiones por parte de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, Conatel.

Los medios privados en Venezuela permanecen bajo presión del Gobierno, y los pocos medios independientes son digitales y denuncian con frecuencia bloqueos. CNN ha solicitado al Gobierno su respuesta a estos señalamientos, sin obtenerla hasta ahora.

La ofensiva discursiva oficial también está cargada de contradicciones. Entre llamados a la defensa y señales de aparente normalidad, el oficialismo intenta reforzar su base interna y proyectar una narrativa de resistencia nacional frente a la amenaza externa. En este caso, a diferencia de ocasiones anteriores, ante un eventual escenario bélico.

También, tras iniciarse un proceso contra el dirigente opositor Leopoldo López al que —aseguraron— le quitarán la nacionalidad por supuestamente haber llamado a una invasión extranjera, se pone sobre la mesa la amenaza de lo que podría pasarles a quienes apoyen las acciones de Estados Unidos. López afirma que le quieren quitar la nacionalidad por “decir lo que muchos venezolanos piensan”. La Constitución de Venezuela prohíbe despojar de la nacionalidad a las personas nacidas en su territorio.

Entretanto, mensajes publicados en redes sociales de apoyo a las acciones de Estados Unidos han dado lugar a detenciones, según denuncian organizaciones como el Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea). Por ejemplo, el propio Cabello informó que el 8 de octubre una persona fue detenida en el estado Nueva Esparta tras haber publicado un mensaje en redes sociales en el que le daba la bienvenida a los barcos estadounidenses. Las autoridades no han respondido al pedido de CNN de comentarios sobre estas denuncias.

Tales medidas limitan las reacciones de los ciudadanos ante las tensiones, por temor a represalias, y permiten mantener el control social. A esto se suma la promoción del uso de la Venapp para la llamada “inteligencia social”, es decir, que los ciudadanos informen al Gobierno sobre cualquier cosa que este pueda considerar sediciosa o desleal, algo que ha generado preocupación en organismos de derechos humanos. De esta forma, también se minimiza cualquier intento de mensajes de contrapeso crítico.

El investigador y periodista venezolano Andrés Cañizález dijo a CNN que considera que se ha pasado por distintas etapas comunicacionales: en un principio, se le restaba importancia al tema, pero, a medida que la presencia militar estadounidense aumentó en el Caribe y, con ella, la presión, se pasó “a un discurso más amenazante, más de respuesta”. A su juicio, se trata de una amenaza en dos bandas. Por una parte, al enfrentarse a su principal contrincante, en este caso, Estados Unidos. Al mismo tiempo, amenaza a la población interna que pueda identificarse con ese adversario y apoyar sus acciones.

Esa tensión se expresa, por ejemplo, en los mensajes televisados en los que Maduro alterna entre órdenes de “activación defensiva” y escenas públicas en mercados y plazas, donde asegura que la vida continúa con normalidad.

El también experto en comunicación política dice que, de momento, hay mensajes contradictorios entre Maduro y Cabello. Por ejemplo, Maduro se enfoca en destacar que la vida cotidiana sigue, mientras Cabello habla de prepararse para todos los escenarios, incluida una eventual acción militar, aunque luego afirma que nada va a pasar. En ese sentido, el ministro de la Defensa ha sido más consistente al alertar sobre una amenaza inminente a la seguridad del país, incluso hablando desde sitios de máxima seguridad.

Maduro ahora aparece con mayor frecuencia interactuando con ciudadanos en distintas localidades. También suele observarse en medio de un importante despliegue de efectivos de seguridad, incluidos escoltas, a su alrededor en todo momento. Para Cañizález, esto constituye un cambio, pues antes de agosto era más común su aparición en espacios cerrados.

Por otra parte, muchas de las transmisiones que incluyen al mandatario venezolano se identifican como “en vivo”, aunque la mayoría se transmite en diferido. Incluso en algunos momentos se evidencia una imagen de día en la transmisión del mandatario cuando ya es de noche. No mostrar dónde se encuentra el mandatario nacional en el momento ha sido interpretado por algunos como una medida de seguridad. CNN consultó al Ministerio de Comunicación e Información sobre este tema y está a la espera de una respuesta.

En opinión de Cañizález, mientras la Casa Blanca intenta personalizar la crisis en torno a la figura de Nicolás Maduro, el jefe de Estado venezolano ha dado pasos para despersonalizar el conflicto, asegurando que, en caso de que él no esté, la lucha debe continuar, dando, de alguna manera, la idea de que podría ser detenido.

Destaca que Maduro hizo llamados a sumarse a una huelga general y a una guerra de guerrillas. La administración de Trump acusa a Maduro de ser el líder del Cartel de los Soles, una organización que Estados Unidos ha declarado terrorista. Además, ofrece una recompensa de US$ 50 millones por información que permita detener al presidente de Venezuela. Ambas acciones (y sus argumentos) han sido rechazadas por el mandatario venezolano.

En opinión de Cañizalez, esa personalización por parte de Estados Unidos, que pone todo el peso en Maduro, podría dejar ver que, si el presidente deja el poder, sería satisfactorio para Washington, sin que ello implique necesariamente un cambio completo en el esquema de poder en Venezuela.

Por otra parte, Cañizáles considera también que cuando Maduro y Cabello proponen una resistencia prolongada o una guerra de guerrillas, abren un escenario en el que, de ser desalojados del poder, van a obstaculizar cualquier proceso político que se instale en su lugar. Y eso, a su juicio, constituye un cambio discursivo al referirse a la posibilidad de que quienes hoy ocupan altos cargos del poder no los ocupen en el futuro.

Uno de los aspectos más llamativos es la diferenciación en el trato propagandístico hacia figuras del liderazgo estadounidense. Según Cañizález, “al chavismo le interesa marcar distancia entre Donald Trump y políticos como el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio. Al primero se le critica, pero no se le caricaturiza; al segundo, se le presenta como el enemigo directo de la revolución. Esta táctica busca sembrar divisiones en la política interna de EE. UU. y reforzar la idea de un enemigo externo personalizado, útil para cohesionar a la base chavista”.

Cañizález advierte que, hasta ahora, no hay señales de deserciones masivas ni enfrentamientos internos en el alto Gobierno de Venezuela, a pesar de las presiones internacionales y las recompensas ofrecidas por la justicia estadounidense. Es decir, no se conoce ninguna fisura importante entre los altos cargos del mando político, militar o policial, ni se observan señales de traiciones o deserciones masivas en la Fuerza Armada.

A nivel regional, la estrategia comunicacional también busca neutralizar el aislamiento diplomático de Caracas y procura captar simpatías bajo el discurso antiintervencionista, puntualizando que no se trata de defender a Maduro, sino de cuestionar el método estadounidense como una amenaza no solo para Venezuela, sino también para toda la región.

Con todo este contexto, el chavismo enfrenta un dilema narrativo entre mantener la percepción de un peligro externo capaz de movilizar apoyo interno y evitar empujar al país hacia la ansiedad colectiva de un conflicto inminente que desgaste su gobernabilidad. Este dilema se ve ilustrado en su clásica propaganda. ¿Se seguirá manifestando en los próximos capítulos de “Superbigote”?

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