Madre indocumentada afirma que las redadas de ICE y el “Cornhusker Clink” representan el fin de la Nebraska que fue su hogar
Por Nayeli Jaramillo-Plata y Amanda Musa, CNN
Alejandra no sale de casa a menos que sea estrictamente necesario. Falta a sus citas médicas y a la iglesia para no ser detectada. Y si la detienen los agentes de inmigración, su hijo de 13 años está preparado con una lista de personas a las que llamar y su número de seguro social memorizado.
“No puedo separarme de mis hijos”, dijo la madre indocumentada de 30 años, con cuatro hijos nacidos en Estados Unidos. “Simplemente no puedo arriesgarme”. CNN acordó usar solo el nombre de pila de Alejandra para proteger su identidad por respeto a su seguridad, debido a su estatus migratorio.
Según dijo, la idea de que su familia pudiera ser destrozada solo se le pasó por la cabeza recientemente, cuando la represión migratoria a nivel nacional del presidente Donald Trump penetró en la humilde y tranquila comunidad de Nebraska a la que llama hogar.
En junio, agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) allanaron una planta empacadora de carne en Omaha, en lo que la agencia describió como el mayor operativo en un centro de trabajo en el estado desde el inicio de la administración Trump.
Alejandra afirma que varios amigos de la familia y conocidos de la iglesia se encontraban entre las decenas de personas detenidas.
Mientras ese evento continúa generando réplicas, un nuevo centro de detención del ICE, apodado “Cornhusker Clink”, abrirá pronto sus puertas en el oeste de Nebraska y se espera que albergue hasta 300 adultos, según informó el jueves a CNN un portavoz del gobernador republicano de Nebraska, Jim Pillen.
La instalación se unirá a otros nuevos centros de detención de ICE en estados liderados por republicanos, incluyendo “Alligator Alcatraz” en Florida, “Louisiana Lockup” o “Camp 57” en Louisiana y “Speedway Slammer” en Indiana.
Estas nuevas instalaciones de ICE “están ampliando significativamente el espacio de detención para albergar a los inmigrantes indocumentados más peligrosos”, declaró el miércoles un portavoz del Departamento de Seguridad Nacional a CNN. “Esperamos que esta nueva colaboración con Nebraska se inaugure muy pronto”.
La oficina de Pillen estima que el contrato con el DHS aportará al estado unos US$ 14 millones anuales. Laura Strimple, portavoz de la oficina del gobernador, lo describió como “la última medida emprendida por el gobernador Pillen para apoyar al presidente Trump y proteger a los estadounidenses de los inmigrantes ilegales con antecedentes penales. El centro no solo dará servicio a Nebraska, sino también a otros estados de la región”.
Situada a cientos de kilómetros de la frontera, la apertura de la prisión de Cornhusker Clink podría consolidar la posición de Nebraska en el debate nacional sobre inmigración.
A diferencia de muchos estados que son epicentro de las operaciones de control migratorio, Nebraska está bajo control republicano total y su gobernador no ha eludido el tema.
Pillen firmó una orden ejecutiva en enero expresando su apoyo a la política federal de inmigración, ordenó el despliegue de la Guardia Nacional de Nebraska en Texas y facilitó la activación de las tropas antes de las recientes protestas contra el ICE en su estado.
También destacó la supuesta detención de un cabecilla de la MS-13 en Omaha este verano.
Sin embargo, los defensores de los inmigrantes, algunos legisladores estatales y líderes empresariales afirmaron que esto contrasta con el ambiente acogedor que habían construido en el estado con tanto trabajado, especialmente para fortalecer su economía.
A diferencia de otros estados, Nebraska no suele considerarse un refugio para inmigrantes, pero algunas zonas del estado son un enclave para los latinos, que han vivido y trabajado en el estado de Cornhuskers durante muchos años, en parte debido a la industria cárnica, según afirman defensores de los inmigrantes y líderes empresariales del estado.
Hoy en día, gran parte de la población latina de Nebraska pertenece a la segunda, tercera o incluso cuarta generación.
En pueblos rurales como Schuyler, Lexington y Madison, conocidos por algunos como “pueblos latinos”, algunos empresarios y líderes comunitarios se sintieron atraídos inicialmente por los empleos en las plantas empacadoras de carne y permanecieron allí durante décadas.
Ahora, las operaciones de inmigración están amenazando la estabilidad de estas pequeñas comunidades y las actividades industriales en Nebraska, dijo John Hansen, presidente de la Unión de Agricultores de Nebraska.
“Hay muchísima gente que simplemente tiene miedo de ir a trabajar, miedo de ser vista en público”, dijo Hansen, señalando que muchas granjas y plantas empacadoras de carne están luchando para mantener a su personal.
La industria cárnica de Nebraska, que incluye importantes plantas procesadoras de JBS, Tyson Foods, Cargill y Smithfield, depende de la mano de obra inmigrante.
Los inmigrantes, muchos de ellos indocumentados, representan aproximadamente el 53 % de la fuerza laboral del estado, según el Instituto de Política Migratoria.
Las redadas migratorias, el creciente temor a las deportaciones y los cambios políticos han creado “un clima de miedo e intimidación” entre los trabajadores, dijo Hansen, y algunos miembros del sindicato han expresado en privado su arrepentimiento por haber votado por Trump, quien ganó la mayoría de los votos del estado en las elecciones de 2024, citando la deportación masiva y los aranceles.
El estado está experimentando una grave escasez de mano de obra, con solo 70 trabajadores disponibles por cada 100 puestos de trabajo vacantes en agosto, según datos de la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
Durante su campaña, Trump afirmó repetidamente que los inmigrantes les estaban quitando el trabajo a los estadounidenses. Pero en realidad, los economistas afirman que los inmigrantes estaban cubriendo importantes carencias laborales.
Aunque los empleos en la industria cárnica inicialmente proporcionaron vidas estables de clase media, según Hansen, lesiones como el síndrome del túnel carpiano aumentaron drásticamente a medida que las líneas de montaje se volvieron más rápidas y repetitivas en las décadas de 1960 y 1970, lo que provocó un éxodo de trabajadores estadounidenses.
Posteriormente, los inmigrantes ocuparon su lugar, dando forma a las granjas, fábricas y pueblos de Nebraska durante décadas, afirmó.
Los inmigrantes, como la familia de Alejandra que emigró primero de México a Iowa, así como los latinos nacidos en Estados Unidos, han pasado décadas dentro de esas plantas, cortando, recortando, empacando y procesando la carne que termina en las mesas de todo Estados Unidos.
Ness Sandoval, profesor de la Universidad de Saint Louis que estudia la desigualdad y la demografía latina e inmigrante, recuerda su infancia en Nebraska y el duro trabajo de su padre en una planta empacadora de carne.
“No tenía tiempo ni energía para asistir a ninguno de mis eventos o partidos. Hacía un esfuerzo cuando era algo importante, pero tenía que estar en la cama a las ocho de la noche”, comentó Sandoval. “Es un trabajo muy exigente físicamente”.
Las lesiones eran tan frecuentes que el padre de Sandoval recibió un premio por pasar un año sin lesionarse.
Con el paso de los años, el trabajo repetitivo le provocó lesiones en el hombro, artritis y, finalmente, se jubiló tras fracturarse el hombro en una caída, según contó Sandoval.
Aunque su padre se enorgullecía de su trabajo, nunca quiso que su hijo siguiera el mismo camino “porque entendía lo duro que era ese trabajo para el cuerpo”, dijo Sandoval.
El edificio de color terracota en McCook, Nebraska, que pronto se conocerá como “Cornhusker Clink”, era anteriormente una prisión estatal conocida como el Campamento de Ética Laboral del Departamento de Servicios Correccionales de Nebraska.
Con el objetivo de reintegrar a la comunidad a delincuentes de bajo riesgo, el campamento albergó a más de 180 internos que a menudo trabajaban en la cocina o el almacén del centro, según un informe de 2024.
Otros ocuparon puestos de trabajo en cuadrillas de mantenimiento de carreteras del Departamento de Transporte de Nebraska.
La instalación, inaugurada en 2001, tenía como objetivo aliviar el hacinamiento carcelario y “poner plazas en prisión a disposición de delincuentes violentos”.
Décadas después, el sistema penitenciario de Nebraska sigue teniendo dificultades para gestionar su población actual, que supera el 140 % de su capacidad de diseño, según un informe de 2024 del inspector general del sistema penitenciario del estado.
Se prevé que la reconversión de las instalaciones en McCook desestabilice aún más el sistema penitenciario, dijo Mindy Chipman, directora ejecutiva de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles de Nebraska.
“Transformar un centro de mínima seguridad que ofrece servicios de reinserción —servicios que, según el Departamento de Correcciones, son más necesarios que nunca— en un centro de detención de inmigrantes elimina el apoyo de los habitantes de Nebraska y confina a personas, la mayoría de las cuales no tienen antecedentes penales”, dijo Chipman a CNN.
Los presos actuales serán liberados, puestos en libertad condicional o trasladados a otros centros penitenciarios “para cuando el centro esté listo para albergar a los detenidos de ICE”, dijo la oficina del gobernador en un comunicado de prensa de septiembre.
Según informaron funcionarios estatales, cuando se inaugure el centro de detención de ICE reconvertido, las personas con antecedentes penales menores y delitos graves no violentos podrán ser alojadas allí, pero no aquellas con condenas por delitos graves vinculados a actos de violencia.
CNN se ha puesto en contacto con la oficina del gobernador, el departamento de correcciones y el Departamento de Seguridad Nacional para obtener comentarios.
Según Chipman, el motivo de Pillen no es la seguridad, sino mostrar su apoyo a la agenda antinmigrante de Trump.
El centro de detención conocido como “Cornhusker Clink” es uno de varios proyectos nuevos de detención respaldados por el proyecto de ley “One Big Beautiful Bill” de la administración Trump, valorado en US$ 45.000 millones, que añadiría 80.000 plazas de detención para ICE en todo el país.
Además del hacinamiento, los defensores legales de Nebraska dijeron que les preocupa que la ubicación remota de las instalaciones pueda aumentar la probabilidad de que los detenidos sufran violaciones de derechos civiles, ya que muchos están lejos de sus familias y abogados.
McCook es una de varias pequeñas comunidades en el suroeste de Nebraska y se encuentra relativamente cerca de la Interestatal 80, una importante carretera que viaja hacia el este a Omaha, a unas cuatro horas de distancia, y hacia el oeste a Denver, a tres horas de distancia.
No hay autobús público desde Omaha, la ciudad más poblada del estado, hasta McCook ni hasta North Platte, un pueblo rural situado a una hora al norte, adonde fueron llevados la mayoría de los inmigrantes detenidos tras la redada en la planta empacadora de carne en junio.
Todo el transporte debe hacerse en automóvil, lo que puede resultar complicado durante los duros inviernos de Nebraska.
“Es más fácil llegar a North Platte porque está en la I-80. A McCook hay que ir más lejos y está más en medio de la nada”, dijo Lina Traslaviña Stover, directora ejecutiva de Heartland Workers Group, una organización sin fines de lucro con sede en Omaha, cuyo trabajo consiste en abogar por los migrantes detenidos en centros de detención de inmigrantes en el estado.
“El aislamiento forma parte de la estrategia”, añadió.
Anne Wruth, abogada del Centro para el Avance de los Inmigrantes y Refugiados, que viajó al oeste para reunirse con un cliente detenido en North Platte, calificó el proceso de “pesadilla logística”.
Para los legisladores y activistas, que dijeron haberse sorprendido cuando se anunciaron los planes para el centro de detención de ICE, existen otras necesidades apremiantes como los impuestos sobre la propiedad, la escasez de mano de obra y la vivienda asequible en el estado.
“Esto no fue algo que pasara por nosotros”, dijo la senadora estatal de Nebraska, Dunixi Guereca, demócrata en la legislatura oficialmente no partidista cuyo distrito incluye parte de Omaha, refiriéndose a los legisladores estatales y los planes para la instalación, y señaló que el cronograma era “extremadamente truncado”.
Alejandra se está dando cuenta de que el estado que ella y sus padres han llamado hogar y donde instantáneamente los hicieron sentir bienvenidos —donde muchos todavía dicen “por favor” y “gracias”— ha comenzado a volverse en su contra, o al menos contra algunas personas.
Cuando la familia llegó por primera vez a Nebraska, Alejandra destacó en la escuela, donde estaba rodeada de compañeros de clase de Tailandia, Haití y El Salvador.
Una diversidad impulsada en parte por el programa de reasentamiento de refugiados del estado, que acoge a la mayor cantidad de refugiados per cápita en comparación con otros de EE.UU., a pesar de la población relativamente pequeña de Nebraska, de poco más de 2 millones de personas, según un análisis de datos de la Immigration Research Initiative, un grupo de expertos sin fines de lucro y no partidista que realiza un seguimiento de los datos de los inmigrantes.
“Fue increíble. Vi muchísimas razas y nacionalidades diferentes; no era la única”, contó Alejandra. “A diferencia de Iowa, no me señalaron diciendo ‘ella no es de aquí’”.
Sus padres, también indocumentados, tienen una casa y pagan impuestos. Han visto crecer a sus hijos y nietos y han disfrutado llevándolos al parque o a los partidos de béisbol.
Ante el creciente resentimiento hacia los inmigrantes en Estados Unidos y Nebraska, Alejandra afirma que sus padres pronto abandonarán el país, pues planean regresar voluntariamente a México en seis meses.
Temen ser detenidos y les preocupa que las condiciones en los centros de detención de ICE puedan poner en riesgo la delicada salud de su madre.
“No les gusta vivir con miedo”, dijo Alejandra.
Ni ella ni sus hijos son inmunes a ese sentimiento. En las últimas semanas, Alejandra le dio instrucciones a su hijo de 13 años sobre qué hacer si algo le sucediera mientras iban en coche al supermercado.
“Mamá, quédate en el coche y yo entraré. Buscaré todo lo que necesitamos. Y si pasa algo, te marcahas, pero vete conduciendo”, recordó Alejandra que le dijo su hijo. “Sé a quién llamar”.
Mientras mira hacia el futuro, Alejandra se pregunta qué tipo de porvenir les espera a sus hijos pequeños, sobre todo si la Nebraska que conoce continúa transformándose y alineándose con la retórica antinmigración de Trump.
Al igual que sus padres, Alejandra dice que podría verse obligada a abandonar el estado y todo lo que conoce a cambio de una vida estable y feliz.
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