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Fútbol en la guerra: jugadores latinos ven en Ucrania una puerta a Europa

Por Federico Leiva, CNN en Español

Entre sirenas antiaéreas y estadios semivacíos, el fútbol sigue rodando en Ucrania. Y, en medio del ruido de la guerra, algunos jóvenes latinoamericanos han encontrado allí una puerta inesperada hacia su sueño europeo: jugar, crecer y seguir adelante cuando todo parece detenerse.

A la hora de armar las valijas y probar suerte en el “Viejo continente”, seguramente Ucrania no sea la primera opción de muchos. La liga de este país europeo, víctima de una brutal invasión por parte de Rusia desde hace más de tres años, llegó a verse vaciada de futbolistas extranjeros, pero hoy intenta ponerse de pie, convirtiéndose en una puerta más a la que acuden los jugadores latinos que buscan llegar al gran escenario del fútbol europeo.

Estos futbolistas llegan a Ucrania en medio de las noticias que todos leemos y escuchamos a diario: bombardeos, civiles muertos, falta de energía y, sobre todo, la amenaza permanente de que el conflicto pueda expandirse en medio de los fracasos en las negociaciones de paz.

Pero el fútbol, al menos hoy, parece entregar una realidad distinta. La Liga Premier de Ucrania está en juego. El Dynamo Kyiv y el Shakhtar Donetsk (que hace más de una década ya no juega en Donetsk por el conflicto con los rebeldes prorrusos) incluso están jugando la Conference League, la tercera competición de clubes de la UEFA, aunque, claro, juegan sus partidos internacionales fuera de Ucrania.

Pero, ¿cómo puede jugarse al fútbol en medio de un escenario de guerra ante una de las principales potencias militares del mundo? ¿Cómo pensar en un balón cuando caen misiles? ¿Cómo celebrar un gol cuando hay tanto que lamentar y muertos a los que enterrar?

Quizás el fútbol no necesite una explicación. Este deporte, que tiene el poder de ser ampliamente divisivo dada la rivalidad que genera entre dos bandos opuestos, se ha convertido en el alma unificadora de esta nación golpeada, pero orgullosa.

La gente acude a los estadios, con aforos limitadísimos, claro, siempre teniendo en cuenta los refugios antiaéreos que estén cerca. Los partidos se juegan de día, porque por la noche rige un muy estricto toque de queda. Pero, cuando el balón rueda, poco más parece importar. La guerra también ha transformado a las aficiones, que en cualquier lugar del mundo recibirían con hostilidad al cuadro visitante, pero que aquí ríen, celebran, lloran y aplauden juntos porque, al fin y al cabo, en el partido que más importa, todos defienden los mismos colores.

Esa sensación de “normalidad” empieza a verse reflejada en las plantillas de los clubes ucranianos, que cuentan con un total de 116 futbolistas extranjeros. Poco menos de la mitad, 48, son oriundos de América Latina. La mayoría de ellos son brasileños (34), pero también hay futbolistas de Venezuela (6), Bolivia (2), Ecuador (2), Argentina (1), Colombia (1), Panamá (1) y Costa Rica (1).

El argentino Patricio Tanda es uno de ellos. Jugó en Racing Club, Unión de Santa Fe y Ferro Carril Oeste, todos equipos de Argentina, hasta que le llegó la oportunidad de pegar el salto al extranjero. ¿El destino? El Karpaty Lviv, un club ubicado en la ciudad más importante del oeste de Ucrania, muy cerca de la frontera con Polonia, y hoy lejos de los principales frentes de batalla.

A sus 22 años (hoy ya tiene 23), la oferta del Karpaty no asustó a este joven futbolista. Lo entusiasmó. “Empezamos a averiguar y a investigar. Me comuniqué con otro extranjero que está acá y le pregunté cómo estaba la situación”, dice Tanda en entrevista con CNN. “Le pedí que me cuente realmente cómo se vivía acá, cómo era el país, cómo estaba con el tema de la guerra”.

“Obviamente, me tenía un poco preocupado”, afirma a nueve meses de llegar a Ucrania.

Después de hablar con la embajada argentina, Tanda dice que “decidimos venir porque vimos que, quizás, no era tanto como se veía en los informativos”. Utiliza el plural porque, a pesar de que vive solo en Lviv, “fue una decisión en conjunto”, resaltando el apoyo familiar que recibió para iniciar esta aventura por primera vez fuera de su país natal.

“La vida acá sigue como si no pasara nada. Hay boliches y bares. El centro está lleno de gente, la vida sigue normal, al menos en esta ciudad. Eso me sorprendió mucho”, le cuenta a CNN. “Quizás estás en el shopping y tienes que salir por una cuestión de protocolo de seguridad. Pero, después, la gente sigue caminando en la calle, sigue haciendo sus cosas”.

La ciudad de Lviv no ha estado exenta de los horrores de la guerra, especialmente durante el primer año de conflicto, cuando fue alcanzada por varios ataques rusos con misiles. Sin embargo, desde fines de agosto que Ucrania no informa incidentes de gravedad allí.

Eso sí, el mediocampista argentino tiene muy claro cómo funcionan los protocolos de seguridad y se apoya mucho en redes sociales como Telegram: “Hay muchos grupos con información. Si suena la alarma, te suena una aplicación en el teléfono y te avisa si hay algún peligro que pueda llegar hasta la ciudad”, le dice a CNN. “Te avisa cuánto tiempo hay para ir a un búnker”.

Además, afirma que tiene un grupo de WhatsApp con otros futbolistas extranjeros del Karpaty: “Estamos alerta. Si estamos durmiendo y suena una alarma, nos llamamos y preguntamos cómo estamos”.

Bryan Castillo no lleva ni 10 días viviendo en Ucrania al ser entrevistado por CNN, pero sus primeras impresiones coinciden con las de Tanda. El venezolano, exjugador de Deportivo Lara y Deportivo Táchira de Venezuela, está haciendo su primera experiencia en el fútbol internacional con el FK Oleksandriya, club del óblast de Kirovogrado, en el centro de Ucrania.

Cuenta que la llegada al país tuvo alguna dificultad por el toque de queda: “Se llega a Moldova (país fronterizo con Ucrania), porque aquí no puede haber vuelos. Estuvimos como dos horas para pasar y, cuando pasamos, era la 1:30 de la madrugada.
Tuvimos que esperar dentro del vehículo en el puesto de control hasta las 5 de la mañana para poder avanzar”.

Sin embargo, al llegar a la ciudad lo dominó una sensación de tranquilidad: “Estoy en una ciudad que es muy pequeña (menos de 100.000 habitantes, según datos de 2022), muy acogedora. Creo que es casi igual que San Cristóbal, donde estaba antes. No ha pasado nada desde que empezó la guerra y eso también me pone un poco más tranquilo”.

“La guerra creo que pasa más desapercibida aquí”, dice Castillo, quien al momento de hablar con CNN vivía en la sede del FK Oleksandriya, a la espera de que el club le pudiera dar un departamento.

No es casualidad que estos dos futbolistas hayan llegado a un club del centro y otro del oeste de Ucrania. La propia liga determinó que los clubes participantes del torneo no podían jugar en el sur ni el este del país, donde Rusia controla grandes porciones de terreno y donde el garrote de la guerra ha golpeado (y continúa haciéndolo) con fuerza. Prueba de esto son las imágenes de estadios abandonados y otros destruidos parcialmente por el impacto de misiles o drones.

Incluso si la organización hubiese querido la presencia de clubes del norte, sur y este, le hubiera costado encontrarlos. Según datos de las Fuerzas Armadas de Ucrania que recogió Forbes en septiembre, unos 20 clubes ucranianos de fútbol cayeron en la bancarrota desde la invasión rusa por la falta de actividad y, por ende, ingresos económicos, la mayoría de ellos del sur y este de la nación, donde varios de ellos incluso quedaron en manos de las tropas rusas.

Otros han logrado sobrevivir, pero cambiando su sede. El caso más emblemático es el del Shakhtar Donetsk, que pasó de jugar en el este del país y ahora juega en Lviv, en el oeste. Al menos otros 5 de los 16 clubes de la Premier de Ucrania ya no conocen lo que verdaderamente es jugar “en casa”.

Tanda cuenta que la principal dificultad que enfrentó en Ucrania es la idiomática, pero que hoy se siente cómodo: “Al principio me costó capaz un poco la adaptación, era todo muy nuevo, pero le fui encontrando la vuelta”. Dice que empezó por palabras básicas para comunicarse con sus compañeros en el campo de juego. Fuera de él también regatea la dificultad con cierta picardía, como en la peluquería: “Le muestro una foto”, afirma entre risas.

En el mismo sentido, Castillo dice que ya tenía programadas sus primeras clases de inglés, pero, mientras tanto, “me comunico más con los portugueses y con los brasileños” (hay cinco en el plantel).

La sensación de calma que vive en Lviv lleva a Tanda a esperar la visita de sus familiares.
Y es que dice que su día a día “es muy parecido a lo que era en Argentina”.

En el caso de Castillo, la familia estaba próxima a sumarse a su experiencia: “Apartando un poco la situación aquí, creo que es una gran oportunidad. Creo que es el salto que tanto yo como mi familia quería que diéramos. Obviamente, es un privilegio para todos o un sueño cumplido de mi parte poder salir de Venezuela, y más al exterior, a Europa”.

“Antes de venir les pregunté a mis compañeros venezolanos que están en Kryvbas Kryvyi Rig (hay cinco allí) y me dijeron que aquí se está muy retirado del tema de la guerra, lejos de la frontera con Rusia. Eso obviamente me deja a mí más tranquilo para poder también traer a mi familia”, dice Castillo.

El fútbol puede seguir su marcha a pesar de la guerra, pero no es ajeno a ella. En cada encuentro se repite la misma imagen, jugadores que salen al campo de juego con una bandera ucraniana colgando de sus espaldas, honrando a los caídos y a los miles que están en los frentes de batalla.

El conflicto, iniciado el 24 de febrero de 2022, ha cobrado la vida de al menos 12.600 civiles, 2.400 de ellos niños, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).

“Lo hacen todos los equipos y los árbitros, incluso cuando juegan competiciones europeas”, explica Tanda. “Hay ceremonias y homenajes a personas que estuvieron en la guerra”, agrega Castillo. “Después, el resto del partido es muy normal”.

Claro que las experiencias varían. Algunos encuentros han tenido que ser detenidos al escucharse las sirenas antiaéreas, y varios incluso han demorado horas en reanudarse.

“Uno estaba acostumbrado a ver equipos de Ucrania en competiciones importantes.
Lamentablemente, la guerra hizo que muchos jugadores de élite ya no vengan, pero de a poquito están empezando a venir más extranjeros”, dice Tanda.

El futbolista argentino dice que está “muy feliz” en el Karpaty y, si bien no tiene claro su futuro, no cierra las puertas a seguir en Ucrania: “Estoy contento. Estoy jugando bastante. Me encontré con un club excelente. Está a la altura”.

Por lo pronto, la decisión de aceptar la oferta le dio un premio largamente esperado: su primer gol como futbolista profesional.

Sobre sus perspectivas a futuro, Castillo tiene claro que el fútbol ucraniano puede ser un trampolín para su carrera: “Vengo con el objetivo de sobresalir, aquí y en Europa, y con eso tratar de buscar un mejor contrato”. Entiende que el fútbol de Ucrania puede ayudarlo en ese camino.

El fútbol ucraniano está lejos de sus días de esplendor, está claro. Atrás quedaron los tiempos en que el Shakhtar Donetsk le plantaba cara a los poderosos de Europa, pero hoy, tras más de tres años de guerra, el fútbol local sueña con recuperar algo de brillo. Para eso necesita del talento extranjero y los latinos tienen las puertas abiertas.

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