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Casas vacías, arepas en riesgo y desesperación. Antes floreciente, Doral es hoy la cara del éxodo venezolano por las redadas

Por Ana María Mejía y Anabella González, CNN en Español

De pie detrás del mostrador de El Arepazo, un restaurante icónico y punto de encuentro de los venezolanos en la pequeña ciudad de Doral, en Florida, Alexis Mogollón ve cómo la caída de las ventas de su negocio muestra sus peores números históricos. Detrás suyo, un estante casi vacío y la ausencia de clientes a su alrededor parecen confirmarlo.

Antes colmada de latinos, en su mayoría venezolanos, hoy Doral refleja el nuevo éxodo de esos inmigrantes por temor a una deportación ante la dura política inmigratoria del Gobierno de Estados Unidos.

Conocido como “Doralzuela”, este suburbio del sur de Florida se inclinó en gran medida por Donald Trump en las elecciones de 2024. Familias enteras llegaron en los últimos años a esta zona de Miami, de poco más de 76.000 habitantes, buscando una vida mejor.

Ahora ven, con preocupación, cómo las medidas de Washington los afectan directamente.

Las casas con amplios patios y garajes, antes codiciadas, llevan meses sin rentarse. Quienes siguen en Doral coinciden en el diagnóstico: entre la incertidumbre y el riesgo, los latinos se están yendo. Y, entre quienes se quedan, muchos resisten sin poder proyectar una vida a largo plazo.

Ana Cristina Barreto, agente de bienes raíces y venezolana, llegó a Doral en 2015 con su familia. En su oficina, ubicada en un edificio de la zona administrativa de la ciudad, “Kiki”, como la llaman sus allegados, muestra a CNN los gráficos que le sirven de guía. Señala hacia una gran pantalla a su izquierda donde se ven con claridad los indicadores negativos: flechas descendentes en rojo.

Son propiedades que llevan cientos de días sin rentarse y están bajando de precio. En los más de nueve años que ha ejercido en el mercado inmobiliario en toda la Florida, no había visto algo semejante. “Esto es atípico; yo nunca había visto esto. Es un fenómeno rarísimo”.

Las casas con jardín y los apartamentos más económicos solían alquilarse en apenas unos días en Doral. “Eso no duraba nada en el mercado; siempre se han rentado muy rápido”, asegura. Ahora esas ofertas están congeladas.

Doral es una ciudad muy acogedora, sobre todo para los venezolanos. Alrededor de 27.000 viven allí y representan cerca del 40 % de los habitantes. En la cotidianeidad, eso hizo que lo sintieran como su casa fuera de casa.

“Para nosotros, los venezolanos, es algo increíble aquí. Vas al mercado y todo el mundo está hablando español. Vas a comer algo y consigues tequeños, arepas, que es nuestra comida”, explica la agente inmobiliaria. Esta presencia venezolana le valió a la ciudad el apodo de “Doralzuela”.

La contracara es que, con las medidas del Gobierno de Donald Trump que apuntan a poner fin al Estatus de Protección Temporal de cientos de miles de venezolanos (TPS) —un programa que dispuso el presidente Joe Biden en 2021— ya nada se siente seguro para ellos.

“Sé que muchos se están autodeportando, otros se están yendo”, dice Barreto sobre sus clientes, la mayoría de ellos venezolanos.

El dueño de El Arepazo es testigo de esa situación. “Cada día se va más gente”, dice. Cuenta que sus conocidos tienen miedo de perder lo que construyeron en EE.UU. “de la noche a la mañana” o de pasar por un mal momento ante las autoridades de inmigración.

Pese a eso, Mogollón parece no estar del todo en contra de las medidas inmigratorias de Trump, aunque sí algo decepcionado. “Había que limpiar la casa, sí, pero también había cosas que respetar y mirar con lupa”, aclara.

Hay venezolanos con doble nacionalidad en Florida que apoyaron a Trump durante su campaña por un segundo mandato y respaldaron sus medidas que hoy sienten lo mismo.

Muchos venezolanos y latinos en general incluso evitan salir a comer, lo que ha afectado la actividad económica de los restaurantes. Alexis Mogollón dice que es habitual que en su restaurante suene el teléfono y sean sus clientes, amigos del otro lado, preocupados: “¿Te cayó Inmigración? ¿Hicieron alguna redada allí?’ Ese es el pan nuestro de todos los días”.

En una ciudad en la que abundan los comercios y los restaurantes, el miedo de los inmigrantes a enfrentarse a una redada los deja vacíos y en crisis.

En abril, el Ayuntamiento de Doral aprobó un acuerdo con el Gobierno federal para cooperar con el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).

Maureen Porras, vicealcaldesa de Doral, afirmó que la economía de la ciudad se paralizaría si los beneficiarios locales del TPS fueran deportados. “La comunidad venezolana es la que construyó esta ciudad”, declaró Porras. “Y sin esa comunidad, creo que Doral dejará de ser lo que es”.

Entre las principales fuentes de empleo de la comunidad se encuentra el Trump National Doral Golf Club, el resort de golf de Trump en Doral que el propio presidente ha visitado en múltiples ocasiones como jefe de Estado.

En septiembre, Trump anunció además que planea celebrar la cumbre del G20 de 2026. En 2020, durante su primer mandato, había planeado celebrar una cumbre del G7. Finalmente cambió de postura tras un rechazo generalizado.

La crisis que atraviesa el mercado inmobiliario en Doral no es comparable con la pandemia, dice la agente inmobiliaria. El covid-19 redujo la actividad, pero cuando todo comenzó a volver al ritmo normal dice que las ventas crecieron notablemente. “Eso fue un fenómeno increíble. Todo el mundo estaba comprando”.

Operaciones que estaban avanzando y a punto de concretarse se pospusieron desde abril y, sobre todo, en los últimos cuatro meses, afirma. En su cartera de clientes, la mayoría son del segmento de clase media-media alta, compradores de viviendas que oscilan entre los US$ 300.000 y US$ 700.000 y quienes buscan alquileres de entre US$ 3.000 y US$ 8.000.

Muchos de ellos han adquirido propiedades en Doral para la inversión y hoy no saben cómo van a afrontar la deuda de la hipoteca. “Si no te la rentan, ¿cómo la pagas?”, dice Kiki.

Su consejo para quienes ya tienen una propiedad en renta es que bajen los precios y flexibilicen las condiciones para los inquilinos, como los meses de depósito. Aconseja a sus clientes que es preferible tener una propiedad alquilada a un valor menor que dejarla desocupada durante meses.

Aun así, no ha logrado revertir la situación de su negocio y el pronóstico que hace es poco prometedor. “Si sigue esta incertidumbre con el TPS, yo me imagino que aquí la parte inmobiliaria, por lo menos la parte de renta, va a ser un caos”.

“Estamos haciendo un gran sacrificio por la comunidad; nadie se imagina los sacrificios que se han tenido que hacer para tener todavía esas puertas abiertas”, dice Mogollón, habitante de Doral desde hace décadas.

El Arepazo ha sido un punto de encuentro de los venezolanos en la esquina de la calle 58 y la avenida 102, en pleno corazón de la ciudad. En 2021, grupos de activistas flamearon banderas venezolanas para celebrar el anuncio de Biden de proteger a numerosos inmigrantes en el país. También se han reunido en múltiples ocasiones para manifestarse o para seguir los resultados electorales en Venezuela.

Junto al local hay otros dos que él también administra y que, según dice, han sostenido la supervivencia pese a la caída de las ventas, que alcanzó el 68 % desde abril y hoy se ubica por encima del 50 %.

Históricamente, las ventas en el tercer trimestre del año solían ser “excelentes”. Mientras habla, mira alrededor: “Estamos ahorita prácticamente solos”.

“La situación económica es sumamente complicada porque la gente no quiere salir, tiene miedo de venir y acercarse aquí a El Arepazo por motivos migratorios”, afirma el dueño de El Arepazo.

Otros negocios cuyos dueños prefirieron mantenerse en el anonimato dijeron a CNN que la caída del consumo ha sido una constante en los últimos meses y que el declive comenzó a principios de año.

Una franquicia reconocida dijo que es en su local de Doral donde ven los mayores impactos, con clientes que les comentan que dejan la ciudad o que incluso temen gastar dinero por la incertidumbre de qué pasará en el futuro con su estatus inmigratorio.

“Están todos temerosos y tienen razón. Es una zozobra: hoy sí, mañana no; me lo dieron, me lo quitan. Sientes que es como una angustia todo el tiempo”, dice Barreto sobre las idas y vueltas por el TPS.

La razón por la que Kiki entiende tan bien a sus clientes es porque, al igual que ellos, también está intranquila. “Estoy preocupada por los venezolanos, por mi familia, por mis amigos. Y porque este es mi trabajo. Es mi gente y es mi trabajo. Estoy viendo una crisis”.

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