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¿Se puede distinguir con facilidad a los turistas estadounidenses de los canadienses? Que empiece el debate

Por Vivian Song, CNN

Susanna Shankar viajaba sola por España este verano cuando fue confrontada por otro turista que se negó a creer que era canadiense.

Shankar estaba en su hotel cuando comenzó a conversar con un hombre mayor con acento británico. Como suele ocurrir entre viajeros, él le preguntó de dónde venía. Pero cuando ella respondió que era de Vancouver, la conversación tomó un giro inesperado.

De inmediato, el hombre la miró con desconfianza. La acusó de mentir, para horror de su hija, quien le pidió que dejara de interrogar a Shankar.

“Simplemente no me creyó cuando le dije que venía de Canadá”, contó Shankar. “Así que le dije: ‘¿Quieres ver mi pasaporte? ¿Cómo quieres hacerlo?’”.

Shankar, de 37 años, tiene doble nacionalidad estadounidense y canadiense, y dirige sitios web sobre turismo regenerativo y sostenible. Su padre es canadiense y su madre, estadounidense. Creció en Alaska, vivió en Estados Unidos hasta los 28 años, pasó seis años en Alemania y luego se mudó a Vancouver, donde reside desde hace cuatro años. Por motivos políticos, Shankar dice que se identifica menos como estadounidense y ha optado por presentarse como canadiense. Pero, a veces, su acento típico de la costa oeste estadounidense la delata.

“Sí creo que su duda provenía en parte de que hay muchos estadounidenses que intentan hacerse pasar por canadienses”, añadió.

Shankar se refiere a una práctica que existe desde hace décadas, conocida como “flag jacking”, en la que algunos estadounidenses fingen ser canadienses cuando viajan al extranjero para evitar sentimientos antiestadounidenses. Los estadounidenses que recurren a la “suplantación de banderas” cosen la bandera de la hoja de arce en sus mochilas y mienten sobre su nacionalidad. Esta práctica se remonta a las décadas de 1960 y 1970, durante la impopular guerra de Vietnam; volvió a crecer durante la guerra de Iraq de George W. Bush, a comienzos de los 2000, y ha resurgido bajo el actual Gobierno de Trump.

Algunos canadienses, indignados por la guerra comercial que se intensificó con el aumento del 10 % en los aranceles a Canadá decretado por el presidente Donald Trump y por sus anteriores amenazas de anexar el país, han criticado a los estadounidenses que se toman a la ligera el hacerse pasar por canadienses en el extranjero, publicando comentarios en línea que califican la práctica de cobarde, arrogante y una forma de apropiación cultural.

Además, uno de los argumentos más comunes contra el flag jacking en las redes es que no engañan a nadie: muchos sostienen que los estadounidenses son fácilmente distinguibles de los canadienses, sin importar cuántas banderas de la hoja de arce lleven encima.

Pero ¿de verdad lo son?

Más allá de detalles como el sistema para medir la temperatura (Celsius o Fahrenheit), los acentos regionales marcados (como el francés canadiense o el sureño estadounidense) y las respuestas a un examen relámpago con preguntas como “¿Cuál es la capital de Canadá?” (respuesta: Ottawa) o “¿Cómo se pronuncia Toronto?” (los habitantes de Toronto no pronuncian la segunda “t”), ¿realmente puede el mundo distinguir entre estadounidenses y canadienses?

Varios guías turísticos europeos que trabajan con estadounidenses y canadienses respondieron con un rotundo “sí”.

“Los estereotipos existen por una razón”, dice la londinense Denisa Podhrazska, fundadora de Let Me Show You London, una empresa que organiza recorridos privados para turistas de alto poder adquisitivo desde 2014.

“Los usamos porque muchos de ellos son ciertos. Y no se trata solo de los estadounidenses; aplica a todos. Cada nación tiene sus propias particularidades, y así es como nos reconocemos unos a otros.”

Y cuando se trata de estadounidenses, una de las formas más fáciles de identificarlos en el extranjero es que se los oye antes de verlos, asegura.

“Siempre se escucha a los estadounidenses porque son ruidosos. Muy amables, y ruidosos”, dice.

“Los canadienses no llaman tanto la atención como los estadounidenses. En una conversación, son más discretos; no se los escucha desde dos mesas más allá”.

Los canadienses en el extranjero suelen preferir revelar directamente de dónde son. Como dice la broma: ¿cómo saber si una persona es de Canadá? Ella misma te lo dirá.

“Los canadienses se identifican como tales de inmediato”, señala el parisino Bertrand d’Aleman, fundador de la empresa My Private Paris Tours. Otros guías turísticos coinciden y creen que los canadienses lo hacen para evitar que los confundan con sus vecinos estadounidenses.

Según Kim Dae-young, profesor de Gestión Hotelera en la Universidad de Missouri, existe poca investigación académica que analice las diferencias entre los turistas estadounidenses y canadienses en el extranjero.

Pero sus propios estudios ofrecen una mirada sobre cómo la nacionalidad de un turista, su sentido de derecho o superioridad y su estatus social percibido influyen en la manera en que interactúa con un destino.

“Los hallazgos muestran de forma constante que la nacionalidad de un viajero puede influir significativamente en su comportamiento en el extranjero”, dijo Kim a CNN. “Cuando las personas visitan un destino que perciben como más desarrollado que su país de origen, es menos probable que incurran en comportamientos inapropiados. Esas mismas personas tienden a comportarse peor cuando viajan a un país que consideran menos desarrollado”.

Para su investigación, Kim realizó encuestas entre estadounidenses a quienes se les pidió imaginar sus viajes a Francia —que percibían como un destino más avanzado— y a Tailandia —que consideraban menos desarrollado—. Su estudio reveló que los estadounidenses eran más propensos a tirar basura, cometer actos de vandalismo o vestir de manera inapropiada en Tailandia que en Francia.

Aunque existen pocos estudios científicos sobre el tema, los profesionales del turismo tienen muchas observaciones sobre las diferencias entre los viajeros de Estados Unidos y los de Canadá.

El australiano Leigh Barnes, presidente para la región de las Américas de la empresa de viajes Intrepid Travel, afirma que los canadienses tienden a ser aventureros y espontáneos, abiertos a nuevas actividades y experiencias, mientras que los estadounidenses suelen preferir la estructura y la organización.

Del mismo modo, los canadienses son menos propensos a quejarse abiertamente cuando algo no les gusta y suelen guardar silencio, mientras que los estadounidenses son mucho más expresivos si algo no cumple con sus expectativas, agrega Barnes.

“Los estadounidenses son un poco más ruidosos, hacen más preguntas y son más directos”, dice. “Los canadienses no expresan abiertamente su descontento. Y ambas actitudes pueden tener ventajas y desventajas”.

Pero las verdaderas diferencias comienzan a surgir cuando las conversaciones se profundizan: señales sutiles en las actitudes y el comportamiento que revelan matices culturales entre ambos países.

En entrevistas separadas, Podhrazska y d’Aleman coincidieron en que los canadienses tienden a tener una comprensión más amplia de la historia y la actualidad europeas que los viajeros estadounidenses, debido a su propio vínculo histórico con Europa como país de la Mancomunidad Británica de Naciones y a su herencia francocanadiense.

¿Otra pista para reconocer a un turista estadounidense? “Los viajeros de Estados Unidos están obsesionados con los ‘pases para saltarse la fila’”, dice Podhrazska. Es una de las solicitudes más comunes entre sus clientes estadounidenses de alto poder adquisitivo, afirma, dispuestos a pagar más por pasar al frente en las atracciones turísticas.

“Culpo a Disney de esto”, dice entre risas, refiriéndose a los pases de acceso rápido de los parques temáticos (actualmente llamados Lightning Lane passes), que crean un sistema jerárquico entre visitantes de “élite” y regulares. Pero, en general, ese concepto no existe en Londres, explica, lo que la obliga a manejar las expectativas de sus clientes estadounidenses.

“Todos tienen que pasar por la fila de seguridad y hacer lo mismo que los demás. No hay trato especial”.

La británica Charley Harrison, fundadora de Totally Tailored Tours, con sede en Londres, también advierte a los turistas estadounidenses que no deben asumir que la cultura de su país es la vara con la que se mide al resto del mundo. Entre sus clientes estadounidenses, eso se ha manifestado a veces en la creencia de que pueden pagar con dólares estadounidenses en cualquier parte o en su insistencia en que los británicos tienen acento, pero ellos no.

“Para mí, el mensaje implícito es: yo hablo normal, los demás no”.

Cindy Jaso, de 64 años, ciudadana con doble nacionalidad estadounidense y canadiense que se mudó de New Brunswick a Texas a los 21, no dudó en reprender a su amiga y compañera de viaje —también estadounidense— durante sus vacaciones en Europa este verano boreal, cuando la mujer se quejó de las calles estrechas y empedradas, la falta de aire acondicionado y el hecho de que algunos locales no hablaran bien inglés.

“Esperas que los inmigrantes que llegan a Estados Unidos hablen inglés. Aquí estás en su territorio”, recuerda Jaso haberle dicho a su amiga.

El creador de contenido y autor canadiense Stewart Reynolds, más conocido por sus 500.000 seguidores en línea como Brittlestar, se ha hecho un lugar como comentarista cultural de todo lo relacionado con Canadá. Su catálogo de videos en TikTok incluye Explicando el Día de Canadá a los estadounidenses —sobre por qué celebrar la sanidad universal, la licencia de maternidad y la poutine— y tutoriales irónicos como Cómo ser canadiense: aprende a pedir perdón (“Lo siento, me empujaste”. “Perdón, te empujé”. “Perdón, en realidad no lo siento”).

Reynolds ofrece una mirada más amplia sobre las diferencias entre los viajeros canadienses y estadounidenses, primero con una aclaración y luego con una analogía meteorológica.

“En Canadá también hay gente grosera. Mucha”, dice a CNN. “Pero, en general, creo que los canadienses suelen buscar lo mejor para el grupo, mientras que los estadounidenses piensan más en el individuo”.

Eso puede significar ir al final de la fila en lugar de buscar un atajo y esperar su turno, porque los canadienses valoran el orden, explica.

Y aunque al principio suene como una explicación trivial, Reynolds plantea una hipótesis sencilla que resume este rasgo cultural en una sola palabra: el clima.

“Creo que la mentalidad colectivista tiene que ver con el entorno”, dice Reynolds, quien vive en Stratford, en el suroeste de Ontario. “Los inviernos canadienses pueden ser cuestión de vida o muerte, y todos necesitan que alguien los ayude a sacar el auto de un banco de nieve de vez en cuando. Todos terminamos paleando la entrada de otra persona alguna vez”.

Para Shankar, la ciudadana con doble nacionalidad estadounidense y canadiense, las diferencias entre canadienses y estadounidenses radican en la forma en que “ocupan el espacio” en una conversación y en público.

“En Estados Unidos nos crían para tener confianza y para movernos por la vida con esa seguridad. Así que los estadounidenses tienden a ser un poco más audaces. Y creo que su mayor virtud es que pueden ser una versión auténtica y única de sí mismos… la cultura allá fomenta ser ruidoso, original e individualista”.

Los canadienses, en cambio, son más colectivistas, capaces de integrarse y adaptarse a diferentes espacios culturales, añade, una mentalidad con la que ella se identifica.

Además de intentar evitar el sentimiento antiestadounidense, los estadounidenses que recurren a la “suplantación de banderas” aseguran que lo hacen porque creen que serán tratados mejor en el extranjero si se presentan como canadienses.

Pero todos los operadores turísticos consultados por CNN coinciden en que esa idea no tiene fundamento.

“Se trata más del comportamiento que proyectas que de dónde vienes”, dice Barnes, de Intrepid Travel. “Si respetas las costumbres y la cultura locales, si eres curioso y amable, vas a tener unas vacaciones increíbles”.

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