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La reunión con Trump trae buenas noticias para Zelensky, pero el verdadero premio para Kyiv sigue fuera de alcance, por ahora

Análisis de Nick Paton Walsh, CNN

La relación entre el presidente de EE.UU., Donald Trump, y su homólogo de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha mejorado incuestionablemente, pero el verdadero premio que busca Kyiv parece estar fuera de su alcance, por ahora.

Después de nueve meses de extraordinarias acrobacias diplomáticas y verborrea, Trump aún prefiere darle al presidente de Rusia, Vladimir Putin, otra oportunidad para convencerlo, en vez de escalar militarmente de manera contundente.

Pero hubo –entre los aduladores elogios y la convicción de que una paz esquiva estaba cerca– algunas buenas noticias para Ucrania. Incluso la última palabra de Trump sobre el asunto, una publicación en Truth Social enviada mientras partía hacia Mar-a-Lago, sugería que: “Deberían detenerse donde están”, es decir, un alto el fuego a lo largo de las líneas de batalla actuales, algo que Kyiv podría tolerar bastante bien.

“Tenemos que detenernos donde estamos. Esto es importante, detenernos donde estamos, y luego hablar”, dijo Zelensky a CNN durante una conferencia de prensa después de la reunión.

De hecho, el día podría haber sido mucho peor para Ucrania.

En primer lugar, Trump elogió las mortales virtudes de los Tomahawk, cuyo suministro dijo que era el motivo de su reunión con Zelensky. “Por eso estamos aquí”, dijo. “Los Tomahawk son muy peligrosos… Podría significar una escalada; podrían pasar muchas cosas malas”. Esta era una amenaza inimaginable cuando Trump llegó al poder: el presidente señalando satisfecho que podría dar lo mejor de su arsenal a Zelensky para que Ucrania pueda atacar profundamente dentro de Rusia.

Sin embargo, al mismo tiempo, Trump socavó su propia amenaza al dejar claro de inmediato la naturaleza del acuerdo ante Putin. “Esperamos poder terminar esta guerra sin pensar en los Tomahawk”, añadió Trump. “Creo que estamos bastante cerca de eso”.

La verdad es que Trump probablemente todavía está lejos del acuerdo que llamó “Número 9”, en referencia al número de pactos de paz en el mundo en los que afirma haber tenido una participación. Pero su nuevo enfoque –amenazar con una escalada militar real, mediante tecnología estadounidense comprada por aliados europeos y luego suministrada a Ucrania– podría, con el tiempo, acercar el acuerdo que aún dice que Putin quiere.

La amenaza es tanto psicológica como militar. A Estados Unidos le falta inventario para proporcionar los “miles” de Tomahawk con los que Trump dijo en tono de broma a Putin el jueves que podría dotar a Ucrania. Los misiles son normalmente lanzados desde el mar, y en el mejor de los casos Ucrania tendría que esperar meses para recibir unas pocas docenas que tendría que adaptar para lanzar desde tierra.

Son notablemente caros. Su alcance no es mucho mayor que el de los drones que Ucrania actualmente lanza cada noche en territorio profundo de Rusia. Si los usara, Kyiv tendría que atacar objetivos que valieran los US$ 2 millones del precio del Tomahawk, lo que implica golpear infraestructura militar o gubernamental relevante, algo que Trump podría vetar. Trump y Zelensky parecieron acordar dejar ambiguos sus acuerdos: Zelensky se negó a dar detalles sobre su conversación acerca de los Tomahawk, diciendo que Estados Unidos no quería una escalada. Al ser consultado sobre si era optimista o pesimista sobre los misiles, respondió que era “realista”.

En segundo lugar, Trump ya no teme admitir que Putin podría estar jugándole una treta, una epifanía importante aunque tardía. Agregó: “Los mejores han tratado de jugar conmigo toda la vida, y salí realmente bien parado”.

La cumbre de Budapest con Putin aún carece de una fecha concreta y parece ser otro momento en el que el Kremlin podría intentar ganar aún más tiempo. Pero Putin se reunirá con un presidente estadounidense quizás más consciente de sus propias debilidades al tratar con el jefe del Kremlin y de lo que se requiere para captar la atención de Moscú. Trump ahora ha atendido el consejo de los aliados europeos: Putin responde de manera más clara ante la fuerza.

Si Trump cumple alguna vez esta amenaza importa quizá menos en las dinámicas cambiantes del propio conflicto. Zelensky se sentó frente a Trump en una posición que pocos observadores imaginaban posible en la primavera boreal.

Mientras la tan promocionada ofensiva de verano de Putin se prolonga hasta el otoño, no ha logrado capturar ninguna ciudad importante del este. Eso puede cambiar en las escasas semanas que quedan antes del invierno, en noviembre. Pero el intenso desgaste, la pérdida y el costo de los meses de verano aún han dejado Pokrovsk, Kupiansk y Kostyantynivka en manos ucranianas. El control de Kyiv es precario, y los avances rusos a través de terrenos abiertos y pequeñas aldeas dejan a Ucrania mal posicionada para el invierno. Pero, de manera notable, las posiciones clave de Kyiv, en su mayoría, se mantuvieron.

Dados los problemas de escasez de personal, recursos y moral que acechan a Ucrania en mayo, esto es sorprendente y, potencialmente, cambia la dinámica de los próximos meses. Putin ha jugado nuevamente sus cartas militares, y no ha logrado (todavía) sus objetivos. En cuestión de semanas, el invierno dejará el follaje desnudo y dificultará el avance de la infantería rusa, que ahora se oculta bajo las hojas para evitar la amenaza de los drones de Kyiv.

Ucrania ha desafiado nuevamente las expectativas, en parte debido al coraje y sacrificio, pero también porque, como admitió Trump: “Hacen un dron muy bueno”. Estas nuevas dinámicas aún pueden cambiar.

Sin embargo, para el Kremlin, la presión por obtener resultados se acerca a una incómoda necesidad de explicar los fracasos recientes.

¿Puede Putin permitirse pelear todo el invierno, durante la primavera, hasta un cuarto verano, para volver a luchar por objetivos cada vez más minimalistas? La escasez de gas por los ataques ucranianos a las refinerías de petróleo, el aumento de la inflación, los pagos vacilantes para nuevos reclutas militares, y el constante fracaso de Moscú en lograr un avance real, sugieren que no puede.

Zelensky ha sobrevivido a una primavera y un verano en los que su principal aliado se volvió en su contra e intentó—sin Kyiv—alcanzar un acuerdo de paz con su enemigo. Ucrania ha visto a Europa ocupar el vacío financiero y militar dejado por Estados Unidos, y luego ha visto a la misma reticente Casa Blanca ofrecerle sus mejores misiles.

Zelensyi solía ser el promotor global de la causa para apoyar la defensa de Ucrania y permitirle convertirse en miembro de la OTAN. Ahora, viaja por los países miembros de la OTAN, presentándoles la tecnología de drones ucraniana más reciente y en rápida evolución.

Los cambios recientes son menos alentadores para Putin. Sí, China sigue apoyándolo, pero la India seguramente está pagando un precio por las sanciones secundarias de EE.UU. impuestas por sus compras de petróleo ruso. (Trump sugirió que la India había decidido dejar de comprar petróleo ruso el viernes, algo que muchos reportes indican que no es así).

El plan y la base de apoyo de Rusia dependen de una victoria militar. Putin aún no lo ha logrado. Puede que lo consiga—sorprendentemente—en las próximas semanas, dado que los finales de octubre tienden a traer cambios decisivos en el campo de batalla en esta guerra.

Pero, sea cual sea la capacidad de la sociedad cerrada y autocrática de Rusia para suprimir el disenso, una pregunta está cobrando más fuerza para Putin: “¿Cuál es tu siguiente jugada?”

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