Estaban en un hospital en la India, a miles de kilómetros de casa. Así es como se conocieron y se enamoraron
Por Francesca Street, CNN
Posiblemente era el último lugar en el mundo en el que Charlotte Phillips esperaba encontrar el amor.
En un pequeño hospital en Nueva Deli, India, su madre, Janet, estaba recibiendo un tratamiento como última opción para su debilitante enfermedad neurodegenerativa. Estaba confinada a una cama de hospital y las dos estaban a miles de kilómetros de su casa en el sur de Inglaterra.
“Había estado soltera durante mucho tiempo y mi madre estaba muy enferma, así que no estaba realmente en el estado mental para conocer a nadie”, le dice Charlotte a CNN Travel.
Esto sucedió en el 2009 y Charlotte tenía veintitantos años. Hizo malabarismos para poder cuidar a su madre y al mismo tiempo desempeñarse en un trabajo que amaba: editar tráileres de películas.
El trabajo de editora de tráiler de Charlotte abarcaba varios géneros, pero disfrutó particularmente de editar el tráiler de “The Holiday”. La película de 2006 de Nancy Meyers está protagonizada por Cameron Díaz. En ella, la actriz interpreta a una editora estadounidense de tráileres de películas que intercambia su vida con una periodista inglesa interpretada por Kate Winslet y termina enamorándose del personaje interpretado por Jude Law.
Para Charlotte, fue surrealista y emocionante ver su profesión en la pantalla grande.
“Definitivamente era muy meta (donde la realidad se identifica con la ficción)”, dice Charlotte. “No mucha gente sabe que existe la industria de los tráileres, así que fue muy divertido ver a una editora de tráileres como personaje principal en una película y me
pareció muy especial y fortuito poder cortar el tráiler”.
Pero la vida de Charlotte estaba a punto de dar un giro aún más meta y fortuito.
La madre de Charlotte pasó tres meses en el hospital de Nueva Deli. Cuando Charlotte llegó a visitarla, se enteró de que Janet había conocido y se había hecho muy amiga de una joven paciente estadounidense llamada Amy, que estaba allí recibiendo
tratamiento para una enfermedad debilitante causada por una infección bacteriana. Los caminos de Charlotte y Amy aún no se habían cruzado, pero la madre de Charlotte le dijo que debían conocerse.
Charlotte frunció el ceño. Ella sabía reconocer muy bien una jugada de emparejar a alguien cuando la veía.
“Yo era súper gay”, dice Charlotte. “Abiertamente. Me sentía muy cómoda siendo gay. Consciente de mi sexualidad”.
Janet siempre apoyó de todo corazón a su hija y estaba muy interesada en que encontrara el amor. Charlotte sabía que el hecho de que su madre estuviera confinada a su cama de hospital no la detendría en la misión de buscarle pareja. Pero no se tomó demasiado en serio todo lo que decía sobre Amy, porque definitivamente no estaba visitando a su madre en un hospital con la intención de encontrar novia.
Pero entonces, un día cerca del final de la visita de Charlotte, el encuentro sucedió. Ella caminaba por el pasillo del hospital hacia la sala de fisioterapia en el sótano de la clínica. Al entrar, vio a una joven que se volvió hacia ella, sonriendo.
“Recuerdo que irradiaba una luz muy fuerte, y todo lo que podía ver era su cabello rubio rizado y su gran sonrisa”, recuerda Charlotte. “Tengo un intenso recuerdo de eso”.
La mujer se puso de pie, todavía sonriendo, y se presentó como Amy. “Por supuesto”, pensó Charlotte para sí misma.
Su madre tenía razón.
“Al instante, fue como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo”, dice Charlotte. “Simplemente conectamos al instante”.
Incluso en esa primera conversación, Charlotte se encontró pensando en las películas románticas que había editado para crear tráileres de 90 segundos: las miradas, el momento donde se siente el chispazo, la química.
“Era como en las películas, donde simplemente sientes un ‘clic’”, dice Charlotte. “No crees que eso realmente exista, pero supongo que sí existe. Fue una conexión instantánea”.
Pero incluso cuando Charlotte se sintió atraída por Amy, lo que más le sorprendió fue lo surrealista que fue el momento.
“Pero pese a las circunstancias de ese encuentro, en ese pequeño hospital en la India, no tenía cabeza para eso en absoluto. No pensé que tuviera la capacidad mental para pensar en ello. Pero luego, supongo que abres tu mente para las cosas cuando vienen a ti, cuando se hacen posibles para ti”.
Amy B. Scher también estaba a miles de kilómetros de casa cuando se cruzó con Charlotte en Nueva Deli.
Primero, por supuesto, conoció a la madre de Charlotte. Ambas eran pacientes en el hospital. Amy había viajado a la India para recibir un tratamiento especializado para una infección que sufría. Amy estaba sola y la madre de Charlotte, Janet, era cálida y amable.
“Su madre le decia, una y otra vez: ‘Tienes que conocer a mi hija. Tienes que conocer a mi hija. Mi hija está viniendo’”, le dice Amy a CNN Travel. “Ella estaba emocionada”.
Si bien Amy pensó que este entusiasmo era tierno, no se tomó nada especialmente en serio.
“Pensaba como una veinteañera: ‘Oh, no quiero otro amigo o amiga’. Todas las madres piensan que deberías ser amiga o amigo de su hija, ¿verdad?”.
Además, parecía poco probable que una amistad con una mujer inglesa con la que se cruzó brevemente en un hospital de la India llegara a alguna parte. Y Amy tenía otras cosas en mente: estaba tratando de reconstruir su vida en Estados Unidos después de años de luchar contra problemas de salud y una reciente ruptura amorosa.
Cuando la madre de Charlotte mencionó que ambas debían conocerse, la idea de un romance no cruzó ni remotamente por la mente de Amy. Ella nunca había tenido una relación con una mujer y pensaba que era heterosexual. Además, el romance no era lo más importante en su agenda en ese momento de su vida.
“No estaba buscando ni esperando conocer a nadie, menos en un hospital en la India”, dice.
Pero cuando Amy y Charlotte finalmente se cruzaron ese día en la sala de fisioterapia, las palabras de la madre de Charlotte resonaron inmediatamente en su mente.
“Oh, sí, ahora entiendo por qué tenía que conocer a su hija”, pensó.
Amy se sintió instantáneamente conectada con Charlotte. Durante su breve conversación sintió como si se conocieran desde hacía años. Sin pensarlo demasiado, Amy de manera espontánea le preguntó a Charlotte si quería cenar con ella.
“Me ponían inyecciones todos los días”, relata Amy. “Aparte de eso y de la requerida fisioterapia casi todos los días, los pacientes podían salir del hospital si se sentían lo suficientemente bien”.
Hicieron un plan para la noche siguiente. Amy esperó con ansias ese encuentro durante todo el día, y luego cenaron, hablaron y se rieron durante horas. Al día siguiente, Amy invitó a Charlotte pasear con ella por Nueva Deli.
Amy no solía hacer cosas así. Claro que era extrovertida y se le hacía fácil charlar con extraños, pero era raro que se hiciera amiga de alguien tan rápido.
“Recuerdo que pensé: ‘¿Por qué quiero seguir pidiéndole que vaya a algún lado conmigo? He estado aquí por un tiempo. Me siento perfectamente cómoda dando vueltas por Nueva Deli sola. ¿Por qué quiero pasar tiempo con ella o verla en el hospital?’”.
En 2009, no había tantas maneras de conectarse, por lo que Amy y Charlotte no podían enviarse mensajes de texto entre sus encuentros cara a cara. En cambio, se enviaban correos electrónicos por las noches, después de haber salido juntas y de que Amy hubiera recibido su tratamiento.
“Recuerdo que le enviaba un correo electrónico y luego me quedaba refrescando mi cuenta de email”, dice Amy. “Esos eran los días en los que tenías que actualizar 100 veces para ver si llegaba el correo electrónico, así esperaba a que ella respondiera”.
Cuando no sabía de Charlotte de inmediato, Amy se sentía hundida. Se sorprendió a sí misma por la intensidad de sus sentimientos.
“¿Por qué estoy tan ansiosa por recibir su respuesta?”, pensó.
Amy pasó varias noches haciendo un examen de conciencia hasta que por fin se dio cuenta de lo que pasaba.
“Me tomó unos días, porque nunca me habían interesado las mujeres de manera romántica”, dice.
Entonces, una noche, cuando actualizó su computadora portátil por enésima vez, de repente, Amy tuvo un momento de claridad.
“Recuerdo mirar hacia arriba y decir: ‘Oh, Dios mío, por supuesto. Por supuesto’”.
Amy se dio cuenta entonces de que Charlotte le gustaba; como algo más que una amiga.
Charlotte también sentía algo por Amy. Le había gustado desde el día en que la vio en el hospital, cuando Amy estaba radiante.
Pero ninguna de las dos expresó sus sentimientos.
“Recuerdo que estábamos sentadas en los escalones del hospital, y ella me estaba mostrando algo en su teléfono, y recuerdo que quería besarla. Recuerdo haber tenido ese impulso, pero no dije nada”, dice Amy.
En ese momento, el monólogo interno de Amy estaba lleno de preguntas.
“¿Quizás yo no le guste? Si tuviera que hacer algo, ¿qué sería? ¿Quizás ella haga algo? ¿Quizás alguien debería decir algo? Pero nadie dice nada”.
En cuanto a Charlotte, sabía que Amy nunca había salido con una mujer. Podía sentir algo entre ellas, pero le preocupaba no malinterpretar la química entre las dos.
“Eres gay y estás coqueteando con alguien que es heterosexual. No está claro qué está sucediendo, y si estás sintiendo lo que realmente estás sintiendo y percibiendo de la otra persona, o si solo eres una amiga. Y no quieres pasarte de la raya”, dice.
Así que ninguna de las dos expresó sus sentimientos. Pero hablaron de casi todo lo demás. Charlotte le confió a Amy sus temores por la salud de su madre. Amy habló sobre sus problemas de salud. También le contó a Charlotte sobre sus padres en Estados
Unidos; especialmente sobre su padre, que había vivido con depresión durante toda su vida.
Amy y Charlotte se sintieron cómodas abriéndose la una a la otra, y se sintieron reconfortadas, a su vez, por el apoyo que se brindaban.
Y las conversaciones no siempre fueron profundas. Sus intercambios ocurrentes se caracterizaron por muchos chistes, bromas y humor. Todo parecía más ligero cuando estaban juntas.
“Creo que también fue como: esto es algo realmente divertido, liviano y asombroso que está sucediendo en nuestras vidas en medio de toda esta oscuridad’”, recuerda Charlotte.
Amy sintió que estar tan lejos de casa estaba ayudando a cimentar la conexión entre ellas.
“Una de las cosas que hace que sea increíble viajar, sobre todo cuando te sacan de tu zona de confort, ya sea emocional, espiritual, físico o ambiental, es que pueden suceder milagros increíbles. Es una locura”, añade.
Aun así, cuando terminó el tratamiento de Amy y ella se preparaba para regresar a su hogar en Estados Unidos, pensó que este milagro podría ser temporal, un éxito pasajero.
“Tal vez sea solo una increíble experiencia de cuatro o cinco días en Deli”, recuerda haber pensado.
Amy todavía no le había expresado sus sentimientos a Charlotte. Pero justo antes de irse, le dejó a Charlotte un regalo sorpresa detrás de la recepción del hospital. Fue inesperado: una etiqueta y una tapa de botella de una bebida Sprite, metidas en un sobre con el nombre de Charlotte.
Cuando Charlotte lo abrió, no podía dejar de sonreír.
“Amy solía beber Sprite, y yo solía beber mucha Coca-Cola Light, y teníamos un poco de rivalidad, era algo entre nosotras”, explica Charlotte.
Más tarde, a cambio, Charlotte le dio a Amy la etiqueta y la tapa de su botella de Coca-Cola para que se la llevara a casa de regreso a Estados Unidos. El intercambio fue significativo para ellas. Ambas mujeres sabían que tenía más significado que lo que se apreciaba a simple vista.
“Así fue como nos dijimos, supongo, a través de tapas de botellas”, dice Amy, riendo. “Como si estuviéramos en los años 90”.
Charlotte dice que nunca olvidará “la sensación de abrir el sobre y verlo y saber que ese gesto significaba que ella sentía lo mismo que yo, que habíamos hecho una conexión realmente profunda en cuatro días”.
Pero luego Amy se fue a Estados Unidos, con la etiqueta de la botella de Charlotte en su billetera, pero sin haber expresado sus verdaderos sentimientos.
En su camino de regreso a su casa en Los Ángeles, Amy tuvo una escala de 10 horas en Singapur. No le importaba. Era una excusa para abrir su computadora portátil y ponerse al día con Charlotte.
“Recuerdo que me senté y le envié correos electrónicos durante las 10 horas completas”, dice Amy.
“Y luego regresé y recuerdo que hablábamos todo el día por Skype”, agrega Charlotte, recordando cómo la plataforma de video era la única forma de llamar al extranjero en esa era temprana de las redes sociales. “Nos mantuvimos en contacto continuamente”.
Charlotte y Amy se dijeron que se extrañaban, pero, aun así, no expresaban sus sentimientos. Sin embargo, sus acciones indicaron la profundidad de su conexión.
“Hubo solo esas pequeñas pistas incrementales mientras hablábamos”, dice Charlotte. “Silencios incómodos en los que estábamos sonriendo. O nos enviábamos canciones y las canciones eran románticas”.
Charlotte pensó que lo correcto era que Amy fuera la que decidiera cuándo —o incluso si acaso lo hacía— expresar sus sentimientos, dado que Amy era aparentemente heterosexual.
“Estaba emocionada por haber conocido a alguien con quien sentía que tenía una conexión genuina, pero uno no quiere ser un experimento en la vida de otra persona”, dice Charlotte.
Y luego, un día, Amy sugirió que deberían intentar volver a verse.
Cuando Charlotte escuchó las palabras “volver a verse” salir de la boca de Amy en la videollamada de Skype, no podía creerlo.
“Realmente está sucediendo”, pensó.
Cuando Amy propuso que ella y Charlotte se reunieran, estaba en Los Ángeles y Charlotte estaba de vuelta en el Reino Unido. Las separaban unos 8.000 kilómetros.
“Miramos en un mapa, y a mitad de camino entre Londres y Los Ángeles estaba Boston”, dice Amy. “Así que decidimos reunirnos en Boston, lo cual fue completamente estresante. No sé cómo comí durante los días anteriores al encuentro, o hice mis cosas”.
Charlotte y Amy reservaron un hotel en Boston, donde pidieron dos habitaciones a propósito. Todavía no estaba claro de qué se trataba la visita, qué significaba, o cómo sería cuando se volvieran a ver.
“Pero luego, tan pronto como nos encontramos en el aeropuerto y subimos al taxi, nos tomamos de la mano”, recuerda Charlotte.
Cuando llegaron al hotel, se besaron por primera vez. Se sentía, dice Amy, “como si todo fuera como se suponía que debía ser”.
Se sintió abrumada de alegría: “Me sentí tan feliz de que finalmente habíamos llegado a ese momento, de que fuimos lo suficientemente valientes como para ver a dónde nos llevaría la idea de estar juntas, y de que teníamos razón sobre lo que sentíamos la una por la otra, todo el tiempo”.
“Luego llamé a la recepción del hotel y dije: ‘¿Hay alguna manera de poder cancelar mi habitación, la segunda habitación?’”, recuerda, riendo. “Y dijeron: ‘Claro’. Probablemente no fuimos las primeras que hemos hecho eso”.
“Habíamos planeado quedarnos durante cinco días. Nos quedamos ocho. Lo extendimos”, agrega Charlotte. “La pasamos muy bien”.
Los días transcurrieron ente largas caminatas, tomadas de la mano junto al río, y también salieron de noche. Entonces, de repente, Amy y Charlotte se vieron despidiéndose en el aeropuerto, ambas en un mar de lágrimas.
Ambas sabían que querían intentar hacer que la relación funcionara. Pero la larga distancia parecía desalentadora. La madre de Charlotte se estaba empeorando progresivamente, por lo que no podía estar lejos de ella por mucho tiempo. Y Amy estaba haciendo malabarismos para recuperarse de sus propios problemas de salud y para apoyar a su padre que sufría de depresión.
Aun así, surgió un nuevo patrón: “Simplemente íbamos y veníamos tan a menudo como podíamos, durante todo el tiempo que pudimos. Y luego hablábamos por teléfono y por Skype o lo que fuera, todos los días”, dice Charlotte.
El trabajo de Charlotte la limitó en gran medida a tener que permanecer en el Reino Unido, pero le permitió un número decente de días de vacaciones, por lo que visitó California siempre que pudo.
Mientras tanto, Amy trabajaba en marketing por cuenta propia y tenía un poco más de flexibilidad, por lo que a veces iba a Londres y se quedaba todo el tiempo que la visa de turista se lo permitía.
Pasaron tiempo con los seres queridos, amigos y familiares de ambas.
Por supuesto, Janet estaba encantada de que su hija se hubiera enamorado de la chica estadounidense del hospital de Nueva Deli.
“Cuando le dije: ‘Esto es oficialmente una relación ‘. Ella dijo: ‘Oh no, lo sabía’”, recuerda Charlotte. “A ella le encantó. Se llamaba a sí misma la casamentera”.
En cuanto a Amy, estaba un poco nerviosa por presentarle a sus padres a Charlotte. Si bien no tenía motivos para cuestionar que la apoyarían, y sabía que amarían a Charlotte, pensó que también podrían estar un poco sorprendidos, dado que había pasado sus
veintes saliendo con hombres.
“Se lo dije a mi papá primero”, recuerda Amy. “Él dijo: ‘Sí, entonces, ¿cuál es el problema?’ Fue tan agradable”.
Es un momento que Amy nunca olvidará. Sintió que se le quitaba un peso de encima, eso le recordó el amor incondicional de sus padres.
“Fueron tan acogedores y encantadores”, dice Charlotte de la familia de Amy.
Pero no importaba cuánto disfrutaran de sus visitas a sus respectivos países de origen, o cuánto tiempo pudiera pasar Amy en el Reino Unido, siempre en su futuro había otra despedida en el aeropuerto.
A menudo, mientras regresaba a casa después de decirle de nuevo adiós a Amy en el aeropuerto, Charlotte se encontraba pensando nuevamente en los tráileres de comedias románticas en los que había trabajado a lo largo de los años: las reuniones y despedidas
en el aeropuerto, las declaraciones de amor entre lágrimas.
“La ironía de conocer al amor de mi vida mientras viajaba no se me pasaba por alto”, dice Charlotte.
Amy también se sorprendió por el paralelismo.
“Charlotte ha trabajado en muchas películas de Nancy Meyers y trabajó en ‘The Holiday’ en la que una editora de tráileres de películas termina yendo a Los Ángeles y todo esto … Y dijimos: ‘Eso es lo que terminó pasándonos’. Porque yo vivía en California y ella vivía en Londres. Estábamos viviendo el guion de Nancy Meyers”, dice.
“Muy a lo comedia romántica”, dice Charlotte.
“Muy a lo comedia romántica”, coincide Amy.
Pero aún no habían llegado al final feliz de la comedia romántica. Ambas esperaban, tal vez incluso sabían, que se avecinaba. Pero aún no estaban seguras de cómo llegarían allí.
Mientras Charlotte y Amy se enamoraban en los sucesivos viajes cruzando el Atlántico, la enfermedad de la madre de Charlotte empeoraba.
Janet falleció en 2010. Charlotte quedó desconsolada. Amy también estaba destrozada. Sabía cuánto significaba la madre de Charlotte para ella, y le dio todo el mérito a Janet por haberlas reunido.
Mientras Amy apoyaba a Charlotte durante la agonía del duelo —“Ella era todo lo que necesitaba”, dice Charlotte de Amy— las dos sintieron el anhelo de una vida juntas, en el mismo país, más fuerte que nunca.
Desde el principio, la posibilidad de que Charlotte se mudara a Estados Unidos parecía la opción obvia. La meca del cine está en Los Ángeles. Anteriormente se había querido quedar cerca de su madre en el Reino Unido, y a raíz de su fallecimiento no había nada
que impidiera que Charlotte se mudara al otro lado del Atlántico.
Charlotte y Amy también hablaron sobre matrimonio. Sabían que era algo que querían, pero no era un camino que garantizara que Charlotte pudiera quedarse en Estados Unidos.
En 2010, el matrimonio entre personas del mismo sexo aún no era legal a nivel federal en EE.UU. Pero la experiencia de Charlotte la colocó en una buena posición en Los Ángeles, y rápidamente fue contratada por una empresa de tráileres cinematográficos. Obtuvo una visa para trabajar en EE.UU. y se mudó a la casa de Amy en Los Ángeles.
“Fue extraño, porque habíamos estado juntas, como dos años, pero no habíamos vivido juntas”, recuerda Charlotte. “Pero en verdad no peleamos, y creo que siempre hemos sabido que tenemos algo realmente especial, y supimos no caer en la trampa de meternos en peleas tontas. Hubo algunos contratiempos, pero eso duró poco, porque sabíamos, en general, lo especial que esto era”.
Encantadas de finalmente estar juntas, viviendo en el mismo lugar, Amy y Charlotte comenzaron a planear una boda en Massachusetts, en parte porque este era uno de los pocos estados de EE.UU. que habían legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo en ese momento, y en parte porque habían declarado por primera vez sus sentimientos la una por la otra en Boston. Eso parecía lo apropiado.
El padre de Amy iba a oficiar la boda. La pareja estaba deseosa de casarse. Pero días antes de la boda, el padre de Amy se quitó la vida.
Fue terrible, y el dolor de Amy la consumió. Pero Charlotte estaba allí para apoyarla, de todo corazón y sin reservas.
“Me derrumbé tantas veces. A menudo terminaba en el piso de la sala de estar, mirando fotos de él, hojeando sus viejos libros o escuchando sus discos, y me ponía histérica llorando. Y ella simplemente se sentaba y me abrazaba y decía “Lo sé, lo sé”, dice Amy.
Amy sabía, mientras Charlotte la apoyaba durante el dolor, que quería seguir adelante con la boda, a pesar de su reciente pérdida.
Su hermano se ofreció a oficiar la ceremonia en lugar de su padre.
“Y así fue como nos casamos”, dice Charlotte.
“Teníamos dos padres menos, pero lo logramos”, dice Amy. “Y tuvimos la boda más increíble, incluso a pesar de todo eso”.
Amy dice que el sentimiento generalizado el día de la boda fue: “Lo logramos”. Estuvo emocionada durante todo el día, pero cada vez que miraba a Charlotte pensaba: “¿Cómo terminamos con este cuento de hadas? Esto es una locura”.
El día fue agridulce, como siempre lo es vivir con dolor. Pero hoy Amy y Charlotte sugieren que navegar por esa pérdida en los primeros años de la relación les enseñó mucho sobre el amor y del apoyo de la una a la otra.
“Las relaciones pueden avanzar o romperse cuando los tiempos son difíciles”, dice Charlotte. “Ves cómo reacciona la otra persona a las cosas por las que está pasando, o a las cosas por las que tú estás pasando, y es una muy buena indicación de cuán fuerte es la relación, o no… Vimos desde el principio que éramos una muy buena pareja durante esos tiempos difíciles”.
Y mientras conmemoraban al padre de Amy y a la madre de Charlotte, también disfrutaban de estar recién casadas, en el nuevo capítulo de sus vidas en California, juntas. La ligereza y la diversión que definieron su relación desde el principio todavía estaban presentes. Ellas también querían ser felices, tanto por el bien de sus padres como por el suyo propio.
“Aun así logramos tener esta increíble historia de amor y divertirnos mucho, a pesar de todo lo que estaba sucediendo”, dice Amy. “También hubo mucha alegría en ese momento”.
Amy y Charlotte se casaron el 1 de octubre de 2011. Hace unos años, renovaron sus votos en un viaje a París y la madre de Amy, de 80 años, ofició la ceremonia. La pareja celebró recientemente su 14 aniversario de bodas.
“No es por presumir, pero todos nuestros amigos y familiares dicen: ‘Dios mío, ustedes todavía están tan enamoradas como al principio’”, dice Amy, riendo. “Estamos realmente felices. Todo el tiempo decimos que somos las más afortunadas”.
La pareja ahora vive en la ciudad de Nueva York, donde se mudaron desde Los Ángeles hace unos años. Charlotte todavía está en el mundo de los tráileres de películas, mientras que Amy ha publicado múltiples obras.
Las dos disfrutan viéndose triunfar en sus carreras. Todavía pasan mucho tiempo riéndose y bromeando juntas. Disfrutan viendo comedias románticas en su sofá, incluida “The Holiday”, y reflexionando sobre los paralelismos con su propia historia de amor.
Aun así, la pareja señala que, en muchos sentidos, son bastante diferentes entre sí. Tienen diferentes intereses, disfrutan de diferentes formas de pasar el tiempo.
“Me gustan los videojuegos…” comienza Charlotte.
“Y a mí no me gustan”, interviene Amy.
“Y hay un montón de cosas así”, dice Charlotte.
Sus diferencias, sugiere la pareja, son complementarias. Y siempre han estado de acuerdo en la importancia de su amor mutuo.
“Creo que tenemos valores comunes”, dice Charlotte. “Realmente se nos ha quedado grabado lo afortunadas que somos por habernos encontrado, y sabemos lo increíble que es nuestra relación, y no lo damos por sentado. Somos muy conscientes de ello. Queremos
mantenerla así de especial. Y no es mucho trabajo, es fácil”.
Cuando hablan de su historia de amor hoy, la pareja no puede dejar de sonreír, incluso unos 16 años después de que sus caminos se cruzaron en el hospital de Nueva Deli.
“Nuestra historia de amor es sorprendente. Me siento muy afortunada”, dice Charlotte. “Creo que es increíble que haya sucedido. Sigue siendo increíble. Amy es mi persona favorita en el mundo: ‘Oh, Dios mío, me casé con la mejor persona que he conocido, esto es una locura’. Estoy muy agradecida por eso”.
Hoy, Charlotte y Amy todavía celebran a Janet, la madre de Charlotte, por haber sido la casamentera perfecta en el lugar más inverosímil. Todavía reflexionan sobre los momentos más difíciles de su vida que las condujeron a donde están hoy. Todavía llevan esas etiquetas de Sprite y Coca-Cola en sus billeteras.
“Si te puedes enamorar en un hospital, es una relación real”, dice Amy. “Ella sigue siendo mi persona favorita para hacer cualquier cosa, en cualquier parte del mundo”.
La pareja también sugiere que su historia ilustra la importancia de aceptar lo desconocido y aceptar la felicidad cuando se te presenta, incluso si es inesperada o parece poco probable.
“Es muy importante no analizar demasiado ni pensar demasiado las cosas… Podría no haber querido seguir adelante, podrías no haber querido seguir adelante”, le dice Amy a Charlotte hoy.
“Hay un millón de puntos en los que podríamos habernos convencido de no hacerlo. Y creo que parte del descubrimiento en la vida y de terminar donde se supone que debes hacerlo, es convencerte de que te podría pasar lo mejor. Siempre nos inclinamos por la idea de que no lo sabemos todo y que lo mejor podría suceder.
Creo que eso es muy importante en amor y con los viajes… hay que confiar en tu instinto y no en tu miedo. Tu miedo es definitivamente un mentiroso. Se trata de ver qué pasa. Y estoy muy contenta de haber visto lo que pasó”.
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