Los drones revolucionaron la guerra. Ahora están a punto de hacerlo de nuevo
Por Brad Lendon, CNN
“La invención, hay que admitirlo humildemente, no consiste en crear de la nada, sino del caos”. Mary Shelley, “Frankenstein”, 1818.
“La guerra es caos. Siempre lo ha sido. Pero la tecnología lo empeora. Cambia el miedo”. Pierce Brown, “Hijo dorado”, 2015.
Los drones —y la inteligencia artificial— han remodelado el campo de batalla moderno y están a punto de hacerlo de nuevo.
En ningún lugar esto ES más evidente que en Ucrania.
Invadida por Rusia en 2022, superada en número y armamento por una de las fuerzas armadas más fuertes del mundo, Kyiv demostró rápidamente que los drones —en el aire, en tierra y en el mar— podían impedir una victoria rusa que muchos esperaban en semanas, si no días.
Más baratos y fáciles de construir que los vehículos tripulados, y en algunos casos más efectivos, los drones son el sueño de cualquier planificador militar, y reducen enormemente el riesgo de que un piloto u operador muera en acción.
Al igual que el fusil Kalashnikov en el siglo pasado, la adopción masiva de drones se convirtió en el arma preferida por fuerzas con pocas probabilidades en guerras globales, como el grupo extremista Hamas en Gaza, los rebeldes anti-junta en la guerra civil de Myanmar; y los ejércitos de naciones más pobres, incluyendo muchas en África.
Sin embargo, los Goliat se han puesto al día, mientras que, según un informe, los cárteles de la droga de todo el mundo están innovando, mejorando y adaptando drones para luchar en las narcoguerras del futuro.
“Es como la pólvora. Así de increíblemente ha cambiado la guerra”, dijo Patrick Shepherd, un exoficial del Ejército de EE.UU., sobre la llegada de los drones aéreos baratos.
Es invención nacida del caos, ya que innumerables conflagraciones regionales coinciden con una era de avances tecnológicos sin precedentes.
Probablemente, esto sea solo el comienzo.
Los drones no son un invento reciente. Gran Bretaña y Estados Unidos experimentaron con aviones no tripulados controlados por radio durante la Primera Guerra Mundial, de acuerdo con el Museo Imperial de la Guerra en Londres.
Se cree que el término proviene de una de las aeronaves controladas a distancia que Gran Bretaña estaba desarrollando entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el De Havilland DH82B Queen Bee, que voló por primera vez en 1935.
“Volábamos cientos de drones sobre el norte de Vietnam durante la guerra”, dijo Russ Lee, curador en el departamento de aeronáutica del Museo Nacional del Aire y el Espacio en Washington. Durante ese conflicto en el sudeste asiático en los años 60 y principios de los 70, las fuerzas estadounidenses comenzaron a usar drones para muchas de las mismas misiones que vemos hoy: reconocimiento o transporte de municiones, o como señuelos y plataformas de operaciones psicológicas, según el Museo Imperial de la Guerra.
Estados Unidos comenzó el uso generalizado de drones durante la Operación Tormenta del Desierto, la respuesta a la invasión iraquí de Kuwait en 1990. El misil de ataque terrestre Tomahawk —un misil de crucero, pero también un vehículo aéreo no tripulado, ya que puede cambiar de rumbo y objetivo en vuelo— participó en su primer combate en 1991.
Ese mismo año, un grupo de soldados iraquíes en una isla del golfo Pérsico se rindió ante un dron de reconocimiento de la Marina de EE.UU., de acuerdo con el Museo del Aire y el Espacio.
Durante la “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos, drones más grandes como el Predator y el Reaper se convirtieron en activos clave, atacando sigilosamente objetivos, rastreando líderes militantes y ofreciendo cobertura protectora a las militares terrestres estadounidenses.
No obstante, los drones pasaron a primer plano en la guerra relativamente hace poco, dicen algunos analistas, con el conflicto de 2020 entre Armenia y Azerbaiyán en Nagorno-Karabaj como un punto de inflexión importante.
En ese entonces, las fuerzas azerbaiyanas reutilizaron biplanos agrícolas como drones señuelo. Luego, cuando las defensas aéreas armenias se revelaban para derribar los señuelos, drones de combate aéreo (UCAV) y artillería eliminaban los sitios antiaéreos armenios, lo que finalmente le permitió a Bakú tener el control de los cielos.
“El uso de UCAV tras el conflicto de 2020 apunta a una nueva tendencia establecida entre los usuarios de UCAV, especialmente naciones que no tienen grandes recursos para invertir en tecnología militar”, escribió el teniente de vuelo de la Real Fuerza Aérea británica Chris Whelan en un artículo de 2023 sobre el conflicto.
La lucha ha sido intensa en el borde de Europa del Este durante más de tres años, y las fuerzas del líder ruso Vladimir Putin aún están lejos de poder declarar la victoria.
Los drones de Kyiv merecen gran parte del crédito por eso.
Han hecho estallar tanques rusos hasta convertirlos en cascarones ardientes, hundido barcos de la Flota del mar Negro de Moscú y salido de contenedores colocados clandestinamente para destruir bombarderos estratégicos rusos en tierra. Han cazado soldados rusos individuales en campos, trincheras y dentro de edificios volando por ventanas abiertas.
Incluso se han convertido en la última esperanza de los militares de su propio bando, como en el caso de un soldado ucraniano herido que pudo alejarse del frente después de que un dron le lanzara en paracaídas una bicicleta eléctrica.
Mientras que en las primeras etapas de la guerra ambos bandos dependían en gran medida de drones extranjeros ya existentes, ahora han construido su propia tecnología y líneas de ensamblaje de drones.
Por ejemplo, Rusia ahora fabrica los drones de ataque Shahed que antes compraba a Irán de a miles.
Los drones Bayraktar comprados a Turquía ayudaron a Ucrania a repeler los avances rusos al principio de la guerra. Ahora, según el Ministerio de Defensa británico, que firmó un histórico acuerdo de desarrollo de drones con Kyiv a principios de este año, “Ucrania es el líder mundial en diseño y ejecución de drones”.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, se ha convertido, en cierto sentido, en el mejor vendedor de drones del mundo, viajando a las capitales de los miembros de la OTAN para ofrecerles tecnología de drones actualizada y en rápida evolución a cambio de ayuda en la guerra.
Hasta el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ha notado.
“Hacen un dron muy bueno”, dijo recientemente sobre Ucrania.
Kyiv probablemente ya habría perdido la guerra, de no haber podido adaptar tecnología comercial ampliamente disponible para construir sus fuerzas de drones e incorporarla a su estrategia militar, dijo Kateryna Bondar, investigadora del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
“Es 100 % exacto decir esto. Y podemos verlo especialmente por los números”, dijo Bondar en una presentación en línea del CSIS en mayo.
Ucrania construyó hasta 2 millones de drones el año pasado, frente a 800.000 en 2023, de acuerdo con Bondar. El próximo año construirá 5 millones, estima.
Shepherd, el exoficial del Ejército estadounidense que sirvió en Iraq en 2005-2006, dijo a CNN que los drones aéreos baratos podrían haber cambiado ese conflicto y puesto a EE.UU. en gran desventaja.
“Si nos hubiéramos enfrentado a esto en Iraq, habría sido terrible para nosotros”, dijo Shepherd, ahora director de ventas de la empresa estonia de drones Milrem Robotics, quien ha hecho numerosos viajes a Ucrania.
La guerra ha sido terreno fértil para la invención desde antes de la época de Alejandro Magno, con mentes enfocadas —y ciclos de producción acelerados— en apuestas donde se juegan las vidas.
No ha sido diferente en Ucrania, donde la innovación es constante.
Bondar señala cómo Ucrania, cuando Rusia pudo interferir las señales de los primeros modelos operados por radio, desarrolló drones controlados por cable de fibra óptica. Aunque físicamente atados a su controlador como una cometa, los drones de fibra óptica pueden operar a distancias de hasta 50 kilómetros, dijo.
Los cambios no requieren meses de trabajo de desarrollo en laboratorios o fábricas, según los analistas. Los drones están pasando por “ciclos de iteración rápida en el frente”, dijo a CNN Samuel Bendett, uno de los autores del informe del CSIS.
Los talleres no están lejos de las líneas del frente y en algunos casos son móviles, lo que les permite a los comandantes y operadores de drones dar retroalimentación directa a los desarrolladores y técnicos. A veces, solo se necesitan pequeños ajustes para cambiar el rendimiento de un dron.
“Esto a menudo implica cambiar frecuencias, modificar cámaras y sensores y cambiar patrones de vuelo y otras características”, dijo Bendett.
Al anunciar su acuerdo de drones con Kyiv en junio, el Ministerio de Defensa del Reino Unido dijo que la tecnología de drones está evolucionando, en promedio, cada seis semanas. Shepherd le dijo a CNN que ha visto a algunos drones pasar de bocetos en papel a ser desplegados en el campo de batalla ucraniano en un mes.
Rusia ha sufrido pérdidas devastadoras en su invasión: más de 1 millón de bajas, según estimaciones occidentales.
Así que Moscú, naturalmente, ha respondido con un enorme programa propio de construcción de drones. Analistas del CSIS dicen que Moscú ahora produce 4 millones de drones al año, y se proyecta que ese número aumente.
Los drones de fibra óptica y resistentes a interferencias de Rusia son equivalentes a los de Ucrania, y se cree que Rusia los produce en mayores cantidades.
Su unidad de drones ultrasecreta, el Centro Rubicon de Tecnologías Avanzadas No Tripuladas, ha sido vista por muchos como un factor decisivo en las líneas del frente.
“Las formaciones Rubicon siguen siendo un problema principal para los operadores de drones (ucranianos), no solo para las propias compañías de drones, sino porque entrenan a otras unidades rusas de drones”, señaló Michael Kofman, investigador principal en la Carnegie Endowment.
Si bien la mayoría de los drones utilizados en la guerra son vehículos aéreos no tripulados, o UAV, Ucrania también ha construido drones marítimos (USV) y terrestres sumamente efectivos.
Los drones marítimos de Kyiv han hundido buques de guerra rusos y derribado aviones militares rusos con misiles tierra-aire. Recientemente, Ucrania lanzó drones bombarderos más pequeños desde un USV, esencialmente un pequeño portaaviones de drones, que destruyó radares rusos en Crimea, según las fuerzas armadas ucranianas.
Según los analistas, los USV de Ucrania han hecho lo que pocos habrían creído posible cuando comenzó la guerra en 2022: anular la ventaja abrumadora que tenía Rusia en el mar Negro.
Como en Ucrania, los vehículos no tripulados rentables pueden transformar los campos de batalla y aportar poder de fuego letal a fuerzas armadas que antes estaban en desventaja, ya sea por limitaciones presupuestarias o falta de acceso a tecnología.
Los países de África son los mayores ejemplos.
En un informe de abril para el Centro de África del Departamento de Defensa de EE.UU., el profesor asociado Nate Allen dice que 36 de las 54 naciones del continente han adquirido drones en las últimas dos décadas, con un fuerte aumento en las adquisiciones desde 2020.
Si bien el mercado africano de drones depende en gran medida de importaciones —Turquía y China son las principales fuentes—, nueve países africanos ahora producen drones autóctonos, escribió Allen.
Y no son solo los gobiernos africanos quienes están aumentando sus flotas de drones; actores no estatales en nueve países del continente han empleado drones militares armados, según Allen.
Entre ellos estaba el Ejército Nacional de Libia, que luchó contra el Gobierno de Acuerdo Nacional respaldado por la ONU durante la guerra de Libia de 2014-2020. Ese conflicto, que dejó al país “sumido en la inestabilidad y la fragmentación política”, fue el “principal teatro mundial de drones” en ese momento, dijo Allen.
El pasado julio en Sudán, el líder de las fuerzas armadas del país sobrevivió a un ataque con drones, presuntamente por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido rebeldes, durante una ceremonia de graduación en una academia militar, señaló Allen.
Actores no estatales en Burkina Faso, la República Democrática del Congo, Kenya, Malí, Mozambique, Nigeria y Somalia también están empleando drones, dijo Allen.
“Los sistemas no tripulados están… remodelando el campo de batalla en la mayoría de los conflictos africanos”, dijo.
En Asia, los rebeldes anti-junta de Myanmar en 2023 pudieron usar drones comerciales para reemplazar la artillería, “bombardeando” las bases operativas avanzadas del régimen militar en las regiones montañosas a lo largo de sus fronteras durante “días enteros”, dijo Morgan Michaels, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) en Singapur.
Los ataques con drones de los rebeldes provocaron que el Ejército se replegara y cediera el control de gran parte de su territorio fronterizo a los insurgentes, dijo Michaels.
“Ha habido un cambio importante en el equilibrio de poder en Myanmar en los últimos dos años y en gran parte esto se debe a la capacidad de las fuerzas de oposición de incorporar UAV en su doctrina de combate”, dijo Michaels. Mientras tanto, en Medio Oriente, militantes de Hamas en Gaza utilizaron drones para inutilizar puestos de observación israelíes antes de su mortal incursión del 7 de octubre de 2023 en el sur de Israel, una acción que precipitó una guerra que ha matado a más de 60.000 palestinos.
A medida que su inteligencia incorporada avanza a pasos agigantados, estas armas pronto podrían dejar atrás su nombre: “dron”, que designa a un autómata que ejecuta una tarea sin pensar.
La inteligencia artificial ahora les da a algunos la capacidad a bordo de identificar objetivos, buscar sus puntos débiles y ejecutar un ataque, todo con un tiempo de reacción de fracciones de segundo.
Cerca de la vanguardia de estos avances está Auterion, una empresa internacional de software de defensa cuya tecnología convierte drones existentes en “sistemas de armas autónomas”.
La empresa firmó recientemente un acuerdo de US$ 50 millones con el Departamento de Defensa de EE.UU. para suministrar 33.000 “kits de ataque” de drones impulsados por IA a Ucrania.
El fundador y CEO de la empresa, Lorenz Meier, dijo a CNN que los humanos guían los drones hasta el área del objetivo, tal vez a un kilómetro de distancia, y luego les sueltan las riendas. Los drones entonces rastrean y maniobran para realizar un ataque, mientras resisten la interferencia enemiga.
¿Eso augura un campo de batalla distópico donde los robots toman decisiones de matar por sí mismos? Meier enfatizó que esos temores resultan exagerados.
En el campo de batalla del futuro, dice, espera que los drones sean una mejor forma de artillería, igual de mortales, pero a una fracción del costo.
La artillería es un arma de área, dijo. Los proyectiles se disparan alrededor de una cuadrícula, con la expectativa de que militares y equipos enemigos estén en algún lugar de esa cuadrícula.
Meier dijo que sus socios ucranianos le han dicho que el uso de drones para reconocimiento y localización de objetivos para el fuego de artillería actual les ha permitido reducir la munición necesaria para eliminar un objetivo específico de 60 proyectiles a seis.
No obstante, los drones armados saben exactamente dónde está cada soldado, camión o tanque y pueden atacarlos directamente, haciéndolos aún más eficientes, “por seis”, dice Meier. Así que esos 33.000 drones con software de Auterion aportan la capacidad ofensiva de 198.000 proyectiles de artillería.
Y es rentable, afirma Meier, señalando que un solo proyectil de artillería cuesta entre US$ 2.000 y US$ 4.000. Los drones individuales pueden costar US$ 1.500 o menos.
En un informe de agosto de Defense One, el contralmirante de la Marina de EE.UU. Michael Mattis dijo que se está llevando a cabo una iniciativa para mostrar cuánto dinero pueden ahorrar los drones navales (USVS) en comparación con los destructores (DDG) que ahora son la columna vertebral de la flota de superficie de la Marina de EE.UU.
“Creemos que con 20 USV de diferentes tipos heterogéneos podríamos descomponer una misión que podría realizar un DDG. Y creemos que podríamos hacerlo a un costo esencialmente de 1/30 de lo que costaría un DDG”, escribió Mattis.
Pero Meier dijo que, al menos en tierra, la artillería aún tendrá su lugar, especialmente contra un defensor atrincherado con fuertes fortificaciones.
Los drones que han estado recibiendo más atención en Ucrania, y en otros conflictos actuales como Gaza o Myanmar, son modelos de tamaño mediano, desde algo que se puede sostener en las manos hasta otros con el tamaño de una pequeña lancha de recreo, como es el caso de los drones marítimos de Ucrania.
Sin embargo, el espectro de los drones se está expandiendo, abarcando algunos tan pequeños como insectos y otros del tamaño de barcos transoceánicos.
A principios de este año, el medio estatal chino CCTV publicó un video de estudiantes de una academia militar observando drones del tamaño de un mosquito, máquinas no mucho más grandes que la punta de un dedo.
Desarrollado por la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa, el dron puede ser utilizado para vigilancia y reconocimiento.
Pero investigadores estadounidenses y noruegos pueden estar algunos años por delante de sus homólogos chinos en el desarrollo de los llamados nanodrones.
Hace seis años, desarrolladores del Instituto Wyss de la Universidad de Harvard presentaron el RoboBee, que podría tener usos comerciales y militares, incluido el reconocimiento, de acuerdo con el sitio web del instituto. “Una RoboBee mide aproximadamente la mitad del tamaño de un clip, pesa menos de una décima de gramo y vuela utilizando ‘músculos artificiales’ compuestos por materiales que se contraen cuando se les aplica un voltaje”, dice el sitio web.
El Black Hornet, de Teledyne FLIR Defense de Noruega, es un poco más grande que la RoboBee. Aproximadamente del tamaño de una paloma y con un solo rotor, parece un helicóptero de juguete.
Puede ser lanzado en 20 segundos por un solo soldado y proporcionar reconocimiento en el campo de batalla a una distancia de tres kilómetros, dice Teledyne.
Ya está en los arsenales de 45 fuerzas militares y de seguridad en todo el mundo, de acuerdo con la empresa.
El próximo gran paso podría ser la biorrobótica, según SWARM Biotactics, una empresa alemana que diseña sistemas “vivos e inteligentes”, específicamente enjambres de “cucarachas cíborg equipadas con una mochila personalizada para control, sensores y comunicación segura”.
En el extremo más grande del espectro, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa (DARPA) del Gobierno de EE.UU. bautizó en agosto lo que llama el USX-1 Defiant, una nave de superficie autónoma y no tripulada.
DARPA dice que el barco de 55 metros y 240 toneladas está “diseñado desde cero para que nunca haya un ser humano a bordo”.
En un comunicado de prensa, DARPA menciona un atributo clave de los drones más pequeños como los utilizados en Ucrania: la producción rápida.
Al no necesitar acomodar y garantizar la supervivencia humana, la clase Defiant puede producirse más rápidamente y a mayor escala que los buques tripulados, “lo que creará la letalidad, detección y logística naval del futuro”, dijo el director de DARPA, Stephen Winchell, en un comunicado de prensa.
Los drones también tendrán un papel militar bajo la superficie.
China mostró los más nuevos en su desfile militar del 3 de septiembre.
Los drones de la Armada del EPL, conocidos como vehículos submarinos no tripulados extragrandes (XLUUV, por sus siglas en inglés), tienen forma de torpedo, pero son enormes: alrededor de 20 metros de largo, según un análisis del experto en submarinos H I Sutton.
Su función exacta aún no se conoce, pero Sutton dice que están entre los cinco XLUUV de la flota de drones submarinos de China, que él afirma es la más grande del mundo.
Uno de los drones submarinos más grandes y nuevos en las fuerzas armadas occidentales es el Ghost Shark, un vehículo submarino autónomo extragrande (AUV) desarrollado por el Ejército australiano y con tecnología de defensa Anduril.
Aunque las especificaciones no han sido publicadas por razones de seguridad, el Ghost Shark parece tener el tamaño de un gran contenedor de envío y su construcción modular permitirá personalizarlo para una variedad de misiones submarinas.
Cuando fue presentado en 2024, Chris Brose, director de estrategia de Anduril, dijo que la empresa y Australia están en el “proceso de demostrar” que “este tipo de capacidades pueden construirse mucho más rápido, mucho más barato y de manera mucho más inteligente”.
El Gobierno australiano firmó en septiembre un acuerdo de US$ 1.100 millones con Anduril para una flota de Ghost Sharks, y Anduril lo llamó “el comienzo de una nueva era del poder marítimo a través de la autonomía naval”.
Y no solo los grandes países ven a los drones como un pilar clave de las defensas futuras.
Singapur, en octubre, lanzó su primera “nave nodriza” de drones, oficialmente llamada Buque de Combate Multirrol.
Con un desplazamiento de unas 8.500 toneladas, tiene el tamaño de una gran fragata o un pequeño destructor y servirá como plataforma para “sistemas aéreos, de superficie y submarinos no tripulados para la realización de operaciones navales”, dice el Ministerio de Defensa del país.
Más parecidos a una start-up de Silicon Valley que a Boeing o Lockheed Martin, Anduril y Auterion son parte de una nueva generación de contratistas de defensa que están cambiando drásticamente la industria.
Con sede en Costa Mesa, California, Anduril se visualiza a sí misma controlando todo el desarrollo de un sistema de armas, incluyendo el hardware y la tecnología específicamente diseñada para impulsarlo. Palmer Luckey, quien fundó Anduril Industries después de vender Oculus VR a Facebook en 2014, dice que está construyendo sistemas de defensa de una manera diferente, no esperando a que el Gobierno le diga lo que quiere, sino vendiendo sistemas diseñados por Anduril que se ajustan a una necesidad gubernamental.
Luckey dice que eso le permite encontrar los procesos de fabricación más eficientes y fuentes rentables y reducir los costos para los contribuyentes, así como acortar el tiempo de desarrollo.
Para lograr que todo esto se una en Estados Unidos, Anduril está construyendo una enorme fábrica de US$ 1.000 millones cerca de Columbus, Ohio, llamada Arsenal-1.
“Arsenal-1 redefinirá la escala y velocidad a la que los sistemas y armas autónomas pueden ser producidos para Estados Unidos y sus aliados y socios”, dice el sitio web de la compañía.
Auterion, con sede en Arlington, Virginia, y con instalaciones en Alemania y Suiza, impulsa un modelo diferente.
Dice que puede poner su software en drones ya disponibles en el mercado y convertirlos en enjambres asesinos y otros sistemas.
Meier, fundador de Auterion, ve su empresa como una especie de Microsoft frente al Apple de Anduril. Esta última controla el software, los sistemas operativos y el hardware. La primera crea software que puede funcionar en el hardware de otros.
Estas empresas están inyectando nueva velocidad y urgencia en el desarrollo de armas, que tradicionalmente ha dependido de unas pocas grandes compañías con enormes contratos, que garantizaban grandes beneficios incluso si lo que producían no siempre cumplía con lo prometido.
Y no son los únicos nombres nuevos en la industria armamentística moderna. La empresa estadounidense Kratos está desarrollando aeronaves no tripuladas para los ejércitos de Estados Unidos y Taiwán.
General Atomics compite con Anduril por los drones del tipo “leal compañero” de Estados Unidos, que pueden volar junto a aeronaves de combate estadounidenses.
A principios de este mes, General Atomics dijo que logró emparejar exitosamente un jet no tripulado MQ-20 Avenger con un caza furtivo F-22 en una prueba en la que el F-22 controlaba al dron en vuelo.
Shield AI llamó la atención a fines de octubre cuando reveló planes para el X-Bat, un dron que puede volar de manera autónoma o como “leal compañero”, llamándolo “una revolución en el poder aéreo”. Es una aeronave de despegue y aterrizaje vertical con un alcance de más de 3.200 kilómetros que podría convertir a casi cualquier barco con una superficie plana en un portaaviones.
Y hay nombres más familiares —aunque sorprendentes— que están entrando al negocio de los drones.
En una reciente exposición de defensa a las afueras de Seúl, la división de defensa de Korean Air —sí, la aerolínea de pasajeros más grande de Corea del Sur— mostró una línea de drones, desde municiones merodeadoras del tamaño de un humano hasta su propio “leal compañero”.
La influencia de estos nuevos contratistas de defensa se refleja en la lista de este año de las 100 principales empresas de defensa del mundo, basada en ingresos, compilada por el sitio web Defense News.
Anduril ingresó por primera vez a esa lista, dice Defense News, uniéndose a Kratos y Palantir Technologies, que produce software de análisis de datos impulsado por IA.
Si bien Anduril, Auterion y SWARM Biotech están entre los líderes en innovación de drones en Occidente, China tiene sólidos argumentos para ser el líder en el campo.
“China domina la industria de drones comerciales baratos, lo que la coloca en una buena posición” para hacer lo mismo en el ámbito militar, dijo William Freer, investigador del Council on Geostrategy en el Reino Unido, a CNN.
“Están probando drones submarinos de largo alcance, UCAV de largo alcance, y parece que un nuevo ‘porta-drones’ está en desarrollo para su Marina”, señaló.
Sin embargo, donde China podría estar sacando ventaja es en las defensas contra drones, dicen los analistas, después de que Beijing notara el éxito de los drones de bajo costo contra defensas aéreas tradicionalmente costosas en la guerra de Ucrania.
Para reforzar esa evidencia, durante ejercicios en 2024, las defensas tradicionales chinas contra drones solo lograron derribar alrededor del 40 % de los objetivos aéreos entrantes, señalaron los analistas Tye Graham y Peter Singer en un informe reciente en el sitio militar Defense One. El resultado ha sido una inversión masiva en sistemas antidrones en China.
“El mercado (chino) ahora cuenta con más de 3.000 fabricantes que producen equipos antidrones de alguna forma”, dijeron Graham y Singer.
“Datos recientes de adquisiciones revelan un aumento dramático en la adquisición de sistemas contra UAV”, señalaron, con el número de avisos de adquisición para dichos sistemas casi llegando a triplicarse entre 2022 y 2024.
Algunos de esos sistemas son asombrosos. Uno es un arma de microondas de alta potencia presentada en el Airshow China en 2024.
“Descrito como el equivalente a ‘lanzar miles de microondas al cielo’, el sistema emite pulsos electromagnéticos rápidos y de gran alcance capaces de freír la electrónica de los drones en un radio de 3.000 metros”, dijeron.
Mientras tanto, la principal potencia militar del mundo —Estados Unidos— no está manteniendo el ritmo, de acuerdo con un informe de junio del grupo de expertos Heritage Foundation.
“El desarrollo de tecnología de drones por parte de sus adversarios actualmente supera al de Estados Unidos, así como a las contramedidas estadounidenses contra drones”, dice el informe.
“Aunque Estados Unidos ha dado importantes pasos iniciales para desarrollar sistemas antidrones avanzados y programas de capacitación, estos pasos siguen siendo fragmentados, con poca financiación y aplicados de manera desigual”, señala.
Y eso es solo en el ámbito antidrones. Dos informes recientes, de Reuters y The New York Times, mostraron cómo Estados Unidos va detrás de China en el desarrollo de drones marítimos y aéreos, respectivamente.
Nada menos que el expresidente del Estado Mayor Conjunto, el general retirado Mark Milley, pinta un panorama sombrío para Estados Unidos.
Las guerras futuras “estarán dominadas por sistemas de armas cada vez más autónomos y algoritmos poderosos”, escribieron Milley y el analista y ex CEO de Google Eric Schmidt, en un artículo de opinión para Foreign Affairs en 2024.
“Este es un futuro para el cual Estados Unidos sigue sin estar preparado”, escribieron.
A su favor, el Gobierno de Trump publicó en junio un decreto titulado “Desatando el Dominio Estadounidense en Drones”, con una de sus 10 secciones impulsando los esfuerzos del Gobierno en “Entregar Drones a Nuestros Combatientes”.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, siguió con un memorando en julio prometiendo eliminar la burocracia para poner la última tecnología de drones en manos de los militares estadounidenses y capacitarlos en su uso.
No obstante, aumentar la producción de drones en Estados Unidos hasta los niveles de China podría llevar años. Y, como señaló el memorando de Hegseth, “las unidades estadounidenses no están equipadas con los letales drones pequeños que requiere el campo de batalla moderno”.
El secretario del Ejército de EE.UU., Daniel Driscoll, dijo posteriormente a la agencia de noticias Reuters que el servicio apunta a comprar al menos 1 millón de drones en los próximos dos o tres años, en comparación con los aproximadamente 50.000 anuales actuales.
En lugar de asociarse con grandes empresas de defensa, dijo que el Ejército quiere trabajar con empresas que produzcan drones que también puedan tener aplicaciones comerciales.
“Queremos asociarnos con otros fabricantes de drones que los estén utilizando para entregas de Amazon y todos los diferentes casos de uso”, dijo.
Sin embargo, algunos piden moderación, diciendo que los drones y la IA no lo son todo en los futuros campos de batalla.
“Mucho más importante para un conflicto en el Indo-Pacífico es (el) aumento de (China) en sus misiles de largo alcance y plataformas ‘heredadas’ como fragatas, destructores, submarinos y aviones de combate de largo alcance (como el J-20) que están creciendo a un ritmo alarmante”, dijo Freer del Council on Geostrategy del Reino Unido.
En un evento del CSIS en agosto, el jefe saliente del Estado Mayor de Defensa británico, el almirante sir Tony Radakin, advirtió a los líderes de defensa occidentales sobre enamorarse demasiado de los drones y la IA, solo porque son nuevos y atractivos.
“Me preocupa que nos podamos volver ‘dronemaníacos’”, dijo el almirante británico.
“Mi preocupación… es que abracemos nuestro lado geek al centrarnos en la tecnología y sus aplicaciones, y pasemos por alto el punto más amplio sobre la estrategia que debe acompañarla”, dijo Radakin. De acuerdo con Radakin, las propias máquinas no van a ganar los conflictos. Los usuarios deben ajustar las tácticas y los planes de defensa al ritmo de la tecnología que evoluciona rápidamente.
Y los drones no pueden ocupar territorio, al menos no todavía. No son botas sobre el terreno.
“Todavía vamos a necesitar submarinos, y aviones de combate, y vehículos blindados junto a nuestras filas masivas de drones y sistemas no tripulados”, dijo Radakin.
“Aún será necesario mantener el control del terreno. Esa es la relación física con el territorio de una nación”, afirmó.
La Operación Telaraña de Ucrania, la operación tan promocionada en la que drones introducidos de contrabando en Rusia en contenedores destruyeron un gran número de bombarderos estratégicos rusos, ilustra el punto de Radakin.
El ataque fue “espectacular”, pero no hizo nada para cambiar la situación sobre el terreno, escribió Amos Fox, profesor en la Future Security Initiative de la Universidad Estatal de Arizona, en un artículo en la edición de agosto del Small Wars Journal.
“Este tipo de operación potencialmente ilumina formas innovadoras en que la guerra con drones puede usarse en guerras futuras, pero también enfatiza una comprensión desconectada de cómo las operaciones apoyan la estrategia. La operación no afectó el equilibrio estratégico u operacional de poder en lo que respecta al control de la tierra de Ucrania, que es una condición clave de victoria tanto para Rusia como para Ucrania”, escribió Fox.
Los drones luchan lo que Fox llama “microcompromisos”: acciones pequeñas y contenidas, a menudo de un dron contra un objetivo.
Tales acciones no crean la presión estratégica sobre los políticos para terminar guerras como lo hace perder o ganar territorio, argumenta.
Si bien los drones no pueden controlar tierras ni ser un ejército de ocupación, pueden dar al que está en desventaja la capacidad de prolongar la batalla o crear un estancamiento.
Las guerras actuales en Ucrania y Myanmar son ejemplos clave. Las victorias rápidas que muchos observadores esperaban de los grandes —Rusia y el Ejército de Myanmar— se evaporaron rápidamente cuando los pequeños —Ucrania y los rebeldes de Myanmar— usaron drones para nivelar el campo de juego. Esas guerras han durado ahora tres años y medio y cinco años respectivamente.
“La innovación tecnológica, particularmente en la guerra con drones y la inteligencia artificial, está haciendo que el conflicto resulte más accesible y asimétrico, pero con ello, también más difícil de resolver”, indica un análisis de junio de Vision of Humanity, parte del Instituto para la Economía y la Paz.
Está creando lo que el grupo llama “guerras eternas”, conflictos que “desafían la resolución y consumen recursos durante años, si no décadas”.
El Índice Global de Paz del grupo muestra que actualmente hay 59 conflictos estatales en curso, el mayor número desde la Segunda Guerra Mundial, con 78 países involucrados.
Y la tecnología como los drones impide victorias claras, afirma, con la proporción de conflictos que terminan en victorias decisivas en solo un 9 % en la década de 2010, en comparación con el 49 % en la década de 1970.
“De manera similar, los resueltos mediante acuerdos de paz han disminuido del 23 % a solo el 4 %”, dice.
La tecnología está prolongando el caos, empeorándolo.
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