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Venezuela limita con tres países: esto podría pasar con cada una de esas fronteras en caso de un ataque de EE.UU.

Por German Padinger, CNN en Español

Venezuela está en el centro de una escalada de tesiones con Estados Unidos, que en los últimos meses desplegó en el Caribe buques de guerra, soldados y aviones de combate mientras milicias se expanden en territorio venezolano.

La flota estadounidense desplegada, la más grande desde la invasión de Granada en 1989, busca, según La Casa Blanca, hacerle la guerra al narcotráfico. Pero, al mismo tiempo, Washington acusa al Gobierno de Venezuela de estar cooptado por los cárteles, denuncia que Caracas rechaza.

Suenan tambores de guerra, pero Venezuela no es una isla. Su extensa frontera terrestre con Colombia, Brasil y Guyana y sus límites marítimos en el Caribe implican que un eventual conflicto bélico podría tener importantes efectos regionales.

Las tensiones ya han provocado reacciones en los Gobiernos de Colombia y Brasil, cuyos presidentes, Gustavo Petro y Lula da Silva, son rivales del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Petro dijo que el operativo de EE.UU. no estaba “subordinado a los derechos humanos” y suspendió el intercambio de información de inteligencia con EE.UU.

Mientras que Lula aseguró que no quería ver “una invasión terrestre”. “Le dije al presidente Trump que los problemas políticos no se resuelven con armas. Se resuelven con diálogo”, aseguró.

No hay certeza de si EE.UU. atacará en territorio venezolano: Trump es ambiguo al respecto, por momentos lo da por inminente y luego le resta gravedad. Tampoco se sabe si EE.UU., en caso de actuar, atacará blancos del Gobierno de Venezuela o de los cárteles de la droga, ni tampoco es posible anticipar la escala de estos eventuales ataques.

Del otro lado de las fronteras de Venezuela, los gobiernos observan la situación, que genera incertidumbre y caos en niveles no vistos en la región, y especialmente en cruces limítrofes afectados por la inmigración, la guerrilla y el crimen organizado.

Por la cercanía entre grandes centros demográficos y económicos, la frontera de 2.341 kilómetros con Colombia es una de las más importantes de Venezuela y ha estado en el centro de la difícil relación reciente entre ambos países.

Luego de que en 2008 Colombia bombardeara posiciones de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en Angostura, Ecuador, la Venezuela de Hugo Chávez criticó duramente al entonces presidente de derecha de Colombia, Álvaro Uribe. La crisis tensó las relaciones y hubo movimientos militares en la frontera que tuvieron en vilo a todo el continente.

La situación se normalizó meses después, pero no fue el fin de los problemas.

Hubo otra crisis en 2010, cuando Colombia acusó a Venezuela de albergar en su territorio campamentos de las FARC y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), otra guerrilla colombiana.

Pero quizás el momento más dramático llegó en 2015, en plena crisis económica y política en Venezuela, cuando millones decidieron emigrar y la frontera con Colombia se convirtió en el paso más directo.

En los años siguientes 2,8 millones de venezolanos emigrarían a Colombia, según datos de la ONU, del total de 7,9 millones de personas que abandonaron Venezuela durante el chavismo.

El movimiento de migrantes y la presencia de grupos armados a ambos lados de la frontera ha marcado la relación entre ambos países en las últimas décadas, y un conflicto armado en Venezuela solo podría complejizar aún más la situación.

La frontera de Venezuela con Brasil es casi tan grande como la que lo separa de Colombia, aunque las problemáticas son distintas: los 2.137 kilómetros atraviesan zonas inhóspitas y despobladas entre las cuencas de los río Orinoco y Amazonas, ricas en recursos.

Aún así ha habido problemas migratorios. En 2018 Brasil cerró temporalmente su frontera con Venezuela en el estado de Roraima para contener el flujo migratorio de venezolanos. Y en 2019, durante la crisis política generada tras la autoproclamación como presidente interino de Juan Guaidó en Venezuela, ayuda humanitaria ingresó a Venezuela por el paso en Paracaima.

De acuerdo con la plataforma migratoria R4V, que recoge datos diferentes fuentes, Brasil acogió en estos años 680.145 venezolanos, que en su mayoría cruzaron la frontera terrestre por Paracaima. Aunque pueda parecer menor en comparación por lo recibido por Colombia, sigue siendo un número de enorme importancia.

Más allá de las tensiones migratorias, la frontera entre ambos países —y también Colombia— está afectada por otro grave problema: la minería ilegal y el crimen organizado surgido a su alrededor.

De acuerdo con una investigación de Insight Crime, la extracción ilegal de oro y la deforestación ilegal son fenómenos extendidos, además del siempre presente narcotráfico, en los estados de Amazonas y Bolívar, en el sur de Venezuela, y en los estados de Amazonas y Roraima, del otro lado de la frontera en el norte de Brasil.

Grupos armados colombianos como el ELN y disidencias de las FARC, desmovilizadas en 2016, conviven en esta zona junto al Primer Comando de Capital (PCC), la más grande organización criminal de Brasil surgida en San Pablo pero con ramificaciones en todo el país.

La más pequeña frontera terrestre de Venezuela, de 789 kilómetros, se convirtió en diciembre de 2023 en la más caliente, luego del referendo impulsado por Caracas para crear el estado de Guayana Esequiba en un territorio en disputa con Guyana.

El Gobierno de Guyana acusó en ese momento a Venezuela de estar buscando una “anexión” del territorio rico en petrólero y otros recusos naturales, lo cual fue considerado “ilegal” por la Corte Penal Internacional.

En 2024 la Asamblea Nacional de Venezuela aprobó de todas formas la creación del estado de Guayana Esequiba, sin efectos prácticos: la ley aprobada sostenía que “mientras se resuelve la situación interna de la entidad”, la Asamblea Nacional asumirá las funciones legislativas del territorio.

Las fronteras entre Venezuela y la colonia británica de Guyana se fijaron en 1899 a través del Laudo Arbitral de París, pero Caracas calificó al laudo como nulo en 1962 tras denunciar vicios de procedimiento ante la ONU. En 1966, tras la indepenencia de Guyana, se iniciaron conversaciones que luego llegaron a la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Esta longeva disputa territorial ha quedado ahora en medio del despliegue militar estadounidense en el Caribe y las tensiones entre Caracas y Washington.

En agosto, pocos después de iniciarse el operativo de Estados Unidos contra el narcotráfico —y en especial el Cártel de los Soles, al que Washington acusa de estar liderado por Maduro—, el Gobierno de Guyana dijo en un comunicado que “reafirma su apoyo a un enfoque colaborativo e integrado para combatir la delincuencia organizada transnacional”.

Y agregó que “considera con grave preocupación la amenaza a la paz y la seguridad en la región que representan la delincuencia organizada transnacional y el narcoterrorismo, que a menudo involucran redes criminales como el Cártel de los Soles de Venezuela, designado como organización terrorista por algunos países de la región”.

Así, entre bandas criminales, flujos masivos migratorios y disputas centenarias, una de las regiones fronterizas más calientes del mundo podría todavía empeorar en niveles insospechados. Solo hace falta un decisión en Washington y Caracas.

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