En México caen, en Centroamérica se disparan: el miedo a las redadas en EE.UU. impacta fuerte en las remesas
Por Rocío Muñoz-Ledo, CNN en Español
“A veces me manda cada ocho días, a veces cada quince. No es mucho, pero es lo que puede”, cuenta Margarita desde su casa en México. La mujer de unos 80 años no tiene certeza de cuándo volverá a recibir una transferencia de dinero que su hijo le solía mandar puntualmente desde Estados Unidos, donde el temor a las redadas bajo el Gobierno de Donald Trump ha generado un impacto directo al envío de las llamadas remesas.
El caso de Margarita refleja cómo esa incertidumbre entre las comunidades de inmigrantes ha afectado su capacidad para enviar remesas, el dinero que mandan a sus hogares en México y Centroamérica, donde millones de familias dependen de estos ingresos para cubrir gastos de comida, medicinas o educación.
Por temor a la seguridad de su familia, CNN omitió su apellido: su hijo menor vive indocumentado en Texas y, como miles de inmigrantes, trabaja “escondiéndose de la migra”. Durante mucho tiempo, Margarita recibió dinero de sus cuatro hijos que viven en Estados Unidos, especialmente en fechas como el Día de las Madres. “Juntaba hasta US$ 700 entre todos… pero luego cada quien tuvo su familia y ya era más espacioso lo que me mandaban”, cuenta en una conversación telefónica con CNN.
Hoy, solo uno de sus hijos, el menor, sigue enviándole remesas cada que tiene oportunidad. Trabaja en la construcción y en carpintería. Aunque el monto ha disminuido, Margarita lo agradece igual.
Hace poco sufrió una caída que le provocó un derrame en el ojo y ese dinero le ha permitido pagar el tratamiento. “Con eso compro mis gotas para los ojos, que son caras, y a veces me doy un gustito”, dice.
Pero su relato está marcado por una constante: el temor. Su hijo vive con el riesgo de ser detenido una vez más…
Hace unos meses, agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) lo arrestaron junto con su cuñado durante una redada. El hijo de Margarita logró salir bajo fianza y ahora está en proceso de regularizar su situación migratoria. Pero durante ese tiempo, la prioridad de la familia fue conseguir el dinero para cubrir los gastos legales.
“No me mandaron ni un cinco porque como familia se unieron para juntar lo de la multa, si así se puede decir”, explica Margarita, refiriéndose a los gastos para pagar la fianza y buscar representación legal.
Historias como la de Margarita se repiten en toda América Latina. Aunque las remesas siguen fluyendo con fuerza, la forma en que se envía el dinero está cambiando: aumenta la urgencia, cambia la frecuencia y, en algunos casos, también los canales de envío.
Según el reporte del Observatorio de Migración y Remesas, publicado por la Fundación BBVA, las remesas enviadas a Centroamérica y el Caribe se han disparado hasta en un 20 % en lo que va de 2025, alcanzando niveles históricos en países como Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Colombia y República Dominicana.
La razón detrás de ese aumento, explica Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Inter-American Dialogue, un grupo de investigación con sede en Washington, no está relacionada con una mejora económica en los países receptores, sino con el miedo entre los inmigrantes.
“Si una persona enviaba US$ 300, ahora manda US$ 360 o US$ 370. Y lo hacen porque temen ser deportados pronto. Están tratando de adelantar el envío de dinero por si ya no pueden hacerlo el próximo año”, dijo Orozco en entrevista con CNN.
Este fenómeno se acentúa en comunidades con procesos migratorios más recientes y más irregulares, como las de Guatemala, Honduras, Nicaragua o Venezuela, donde muchos inmigrantes no tienen estatus legal ni protección formal en Estados Unidos.
“Los mexicanos están más familiarizados con el problema de las deportaciones, pero las otras nacionalidades —Centroamérica, Nicaragua, Venezuela, Haití— se sienten más atemorizadas por el tema de la deportación”, agregó Orozco.
Ese temor se ha intensificado en los últimos meses, en parte por el endurecimiento de las políticas de inmigración, pero también por la incertidumbre en torno a los cambios en los Estatus de Protección Temporal (TPS). La posibilidad de que estos permisos expiren o no sean renovados ha puesto en alerta a cientos de miles de inmigrantes que, ante el riesgo de ser deportados, prefieren enviar más dinero ahora, por si después ya no pueden hacerlo.
Más allá de la carga de incertidumbre, Jimmy Harris, experto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), explica a CNN que los datos disponibles reflejan que los cambios en la fuerza laboral y los salarios no son un factor determinante detrás del aumento en las remesas hacia Centroamérica.
“Puedes tener más gente mandando remesas, gente que gana más y tiene más para mandar, o más remesas por persona. Pero los datos no muestran un aumento significativo en la población de latinoamericanos en Estados Unidos, y los números de mexicanos se mantienen planos. Sí hay un leve aumento en salarios, pero eso no explica los auges en las remesas”, dice.
“Lo que vemos es gente repatriando sus ahorros. Como no hay más gente ni están ganando significativamente más, lo que está ocurriendo es que están enviando recursos que ya tenían ahorrados”, agrega Harris.
Para muchas familias en Centroamérica y el Caribe, ese dinero no es un ingreso extra: es lo que cubre alimentos, medicamentos o útiles escolares. Cualquier interrupción en las remesas se traduce en una afectación inmediata en la vida cotidiana de millones de personas.
A esto se suma otro factor: la amenaza de nuevos impuestos a las remesas, una medida impulsada por legisladores republicanos.
“Si el costo de enviar dinero sube solo un 1%, eso puede reducir el envío promedio en 30 dólares. Si el aumento es del 10%, una de cada 10 personas podría dejar de enviar remesas”, advierte Orozco.
En julio, el presidente Trump firmó una ley que impone un nuevo impuesto del 1 % a ciertas remesas enviadas al extranjero. La medida entrará en vigor en enero de 2026 y busca generar ingresos y desalentar la migración irregular.
La proyección de Orozco para 2026 anticipan una desaceleración generalizada en los envíos: las remesas podrían caer hasta un 5 % en Nicaragua, 3 % en Honduras y 2 % en Guatemala.
La baja migración, el aumento de deportaciones y la limitada capacidad de seguir enviando más dinero son factores clave, según el análisis elaborado por el especialista del Inter-American Dialogue. Además, la entrada en vigor del nuevo impuesto ha desatado una fuerte competencia entre empresas para captar al menos al 25 % de los remitentes antes de que busquen otros canales.
A diferencia de sus vecinos centroamericanos, México ha registrado una desaceleración en el ritmo de remesas. Según cifras del Banco de México, los envíos cayeron 4,6% en mayo de 2025, después de más de una década de crecimiento continuo.
¿Por qué? Para Orozco, la respuesta está en el perfil demográfico de la comunidad mexicana en Estados Unidos.
“La población migrante mexicana lleva básicamente 25 años viviendo fuera. Es una comunidad más asentada, con vínculos familiares y económicos que poco a poco se debilitan con el tiempo”, señala.
El testimonio de Margarita ilustra esta dinámica. Sus hijos migraron hace dos décadas o más, formaron sus propias familias en Estados Unidos y, aunque aún mantienen el lazo con México, las prioridades económicas han cambiado.
“Ya no podían seguir enviando más como otras nacionalidades”, dice Orozco. “Los mexicanos están más familiarizados con el problema de las deportaciones, pero su capacidad de envío ya llegó a un tope. Además, muchos de sus hijos ya están en EE.UU., lo que reduce la urgencia de enviar dinero constantemente”.
El propio hijo de Margarita se lo ha dicho a su madre con resignación: si es deportado, solo volvería una parte de la familia. “Si nos agarra la migra, dice mi hijo, nos regresamos tres. Los demás se quedan allá. Ya son grandes, están en la escuela o ya tienen su propia familia allá”. Es una realidad común en hogares donde la migración ya se convirtió en una segunda generación.
El flujo de las remesas está cambiando, y lo hace bajo presión. Aunque en muchos países los montos se han disparado como medida preventiva, en México el comportamiento refleja una comunidad más estable, pero también más desgastada.
Para Margarita, ese cambio se siente mes a mes. Ya no recibe lo que antes. Ya no todos sus hijos mandan. Pero mientras le lleguen algunos dólares para sus medicinas, lo agradece.
“Yo estoy bien. Aquí con mi hija no me falta nada… pero lo que me manda él, me ayuda mucho”, dice.
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